viernes, enero 27, 2006

Kirchner sin vocación democrática

Nos disgusta la actitud de Néstor Carlos Kirchner de buscar pelea permanentemente con sus rivales políticos. Es intolerante. E intolerable.
O, acaso, ¿cuántas veces convocó a la oposición a dialogar sobre cuestiones de gobierno? Se mofa de los oponentes tratando de ridiculizarlos, como hizo con el destagastado F. De la Rúa. O desprecia y agrede, como hizo ante la negativa en bloque para que achicara al Consejo de la Magistratura.


Tras la inmensa tarea que encarara R.R. Alfonsín para canalizar la democracia, respaldándose en asesores de autoridad moral y de toda bandería, enjuiciando a los responsables del último genocidio, promoviendo una ley diferente de encuadre de los sindicatos y un fabuloso Plan Austral de ordenamiento económico, llegó la indetenible ansiedad menemista. Hubo que frenar el camino al precipicio reelectoralista con una reforma constitucional, que en 1994 nos dejó, entre otras cuestiones centrales, la racionalización del presidencialismo. Se impuso una jefatura de gabinete como mediadora ante el Congreso y fusible de los riesgos que enfrentase la primera magistratura.


Esa innovación, tomada de ordenamientos políticos experimentados, refuerza la jerarquía del presidente. Es y debe ser el máximo representante de la ciudadanía, de la argentinidad. Elegido por una parte de los votantes, asume como el mandatario de todos. Esa es la idea democrática cabal que otorga al líder del Ejecutivo el atributo y la obligación de servir a todos y a cada uno de los argentinos de bien.


Pero NCK no lo entiende. O, por lo menos, parece que no lo acepta.
Sus conflictos con dirigentes partidarios y sectoriales demuestran que para él ser presidente es como ser el más guapo, cueste lo que cueste.


Dividió al peronismo, ofendió a contrincantes en su afán de pasar a ser visto como un prócer de la unidad sudamericana. En vez de prepararse para extender su mandato (seguramente lo del FMI tiene esa intención: sacar al Fondo del escenario político) debería dedicarse a consolidar esta humildísima democracia que hoy todavía tratamos de sostener. Convocar, debatir, valorar opiniones y críticas es lo que le reclamamos.