sábado, enero 14, 2006

En los zapatos de DFC

Si asumimos el papel de DFC en 1991, nos animamos a imaginar su discurso de presentación de las medidas, agregándole consecuencias que el ministro ahorró en su anuncio:
Esta es una propuesta a elevar al Congreso nacional, como programa económico orientado al crecimiento y la equidad.
El plan se fundamenta en conseguir que la economía, basada en sólidos desempeños regionales, sea estable (no inflacionaria) y potencie las posibilidades productivas. No se soslaya la inserción de la Argentina en un mundo sostenido en las empresas de la libertad y la correspondiente minimización de las intromisiones estatales.
A modo de Introducción: se fija un punto de partida en el cual nuestra economía pasa a ser gemela de la del liderazgo mundial, la norteamericana. O sea, establecemos un 1 a 1 con la moneda estadounidense. Y de ahí, para siempre.
Es decir que nuestra economía queda fuertemente comprometida a desenvolverse según patrones y ritmos de la que conduce los mercados del orbe. Nuestra moneda será absolutamente igual al dólar.
La economía argentina deberá actuar respetando inversiones, ahorros, exportaciones, importaciones, endeudamientos, etc., en la máxima similitud a la de EEUU.
Vamos a demostrar que esta Argentina es capaz de crecer y repartir sus frutos de igual manera a lo que lo hacen nuestros hermanos del norte.
Todo aquel que tenga un peso podrá cambiarlo instantáneamente por un dólar. Y viceversa. Absolutamente. El Banco Central deberá respaldar cada peso circulante con un dólar y emitirá moneda sólo cuando tenga dólares en reserva.
El 1 a 1 permitirá que de una buena vez los argentinos podamos hacer dignamente turismo mundial. Lucir cada peso (dólar) con el genuino orgullo de usar la moneda más fuerte de todas.
A la vez, modernizaremos vigorosamente nuestro mercado interno al permitir la libre importación de todo tipo de herramientas y mercaderías. Nuestra industria quedará en situación de competir sin pausas, beneficiosamente, con la producción mundial. Lógicamente, aquel que no se las ingenie para igualarse a los estándares productivos internacionales deberá dejar su lugar a quien pueda hacerlo.
Este programa conseguirá que el Estado administre rigurosamente sus gastos. Ningún funcionario podrá comprometerse en erogaciones para las que no tenga estrictamente reservada su partida presupuestaria. De otro modo se caería en aumentar la deuda, lo que es inaceptable.
La AFIP será implacable con los evasores. Para que esto se entienda, arrancaremos muy desde la base persiguiendo implacablemente al más chico y al pequeño para que los grandes (evasores) entiendan con esos ejemplos que con este plan no se juega.
El desempleo caerá bruscamente porque las empresas ganarán en eficiencia generando más demanda de trabajo. Los intereses bajarán vigorosamente con el progreso de la economía y nadie podrá lucrar financieramente. Los bancos demostrarán que están para favorecer el crédito sano, útil y muy accesible y que su tarea no es perseguir el rédito descomunal sino gerenciar los préstamos, recurso fundamental de nuestra economía de mercado.
Tendremos el apoyo de los trabajadores porque verán que pasarán a cobrar en dólares, como en EEUU. A medida que la economía se fortalezca, los salarios irán alcanzando (en dólares) el nivel de lo que se paga afuera. Claro que esa diferencia permitirá reforzar la capacidad de gasto del Estado y de las firmas proveedoras de la gestión pública. Se privatizará la mayoría de las empresas administradas por el Estado para posibilitar inversiones que el Estado no puede ni debe llevar a cabo.
Alentaremos la inversión desde el exterior pues se deberá reconocer que por cada humilde pesito que se gana aquí...se están llevando un dólar.
Argentina será fuerte, inmune a las complicaciones internacionales porque nuestra moneda es el dólar. Nuestra bandera, también.