Hay un descontento generalizado acerca
del rol de la oposición política.
Nuestra realidad es fruto indeseado del
proceso de concentración del poder que se da sobre esta década
presente. La fuerza gobernante acumula recursos financieros y apoya
el desenvolvimiento de los monopolios asociados que rigen finanzas,
comercio exterior y comercialización.
Los medios de comunicación han sido
capturados por el oficialismo (se calcula que hoy un 80% responde al
FPV) y son responsables de la licuación de los partidos: han llenado
el espacio ineludible para la democracia que es la intermediación
entre el interés popular y la autoridad.
Hay una posibilidad que, por razones
que merecen análisis, no hemos sabido usufructuar: la Auditoría
General de la Nación. Es un organismo creado en 1992, regido por la
oposición (la UCR lo preside actualmente) y que controla el uso que
hace el aparato público de sus recursos.
Es así de simple y contundente.
Si la AGN, que dirige dignamente una
figura de trascendencia internacional, Leandro Despouy, lograra el
apoyo de los partidos no gobernantes (superando presumibles celos),
la anhelada oposición tendría un cuerpo de valiosa presencia.
Éste es un tema que justifica análisis
y acción.
En la foto: la sede de la AGN, en Avda. Rivadavia 1745.