"Nos ha impuesto el deber de la esperanza", dijo Jorge Luis Borges encabezando un grupo de intelectuales que razonaba sobre la meta de democracia que reaparecía en 1983.
Santago E. Kovadloff integraba ese destacado lote. Apreciarlo recientemente en TV ha sido un enorme obsequio a la conciencia sobre estas Fiestas.
SEK destaca a la Democracia como objetivo primordial de la sociedad. La caracteriza como muy compleja y comprometedora.
Apoyándose en conceptos muy frescos de populismo y demagogia, ejercidos desembozadamente desde la Presidencia, explica:
Si fuera posible pronunciarse con cierta objetividad, diría que, desde 2001, éste es uno de los momentos más inquietantes de la política argentina. Acaso porque estamos en el umbral de acontecimientos de infrecuente intensidad: un gobierno que se dice peronista enfrentado al sindicalismo; una distancia electoral entre el oficialismo y sus adversarios del 37%, vale decir, como nunca se ha visto; una predilección de la Argentina por el trato con los países políticamente menos evolucionados de América latina y una simultánea reserva en las relaciones con los países más avanzados del subcontinente; casi tres décadas ininterrumpidas de vida democrática y una fragilidad institucional indisimulable.
La Argentina se encuentra en un proceso de declinación muy pronunciado. Si hoy no puede extraer lecciones de un mundo convulsionado por sus contradicciones, podría al menos extraerlas de su propia historia. Pero no. Entre nosotros la proclividad a la repetición del error ejerce una fascinación sin mengua. Lo que se repite cambia de formato, no de contenido. La Constitución es pretextual. Lo es desde hace mucho. La necesidad social de que así no fuera le permitió a Raúl Alfonsín ganar las elecciones de 1983. Pero la imposibilidad de dar sustento en el largo plazo a esa necesidad minó su gestión al poco tiempo de iniciada. Los gobiernos que siguieron al suyo ya concibieron la ley, abiertamente, como un instrumento servil del poder. La declinación cívica de la Argentina se inició en el interior de los partidos políticos cuando empezaron a abandonar su prédica docente y su labor programática para dejarse ganar por un oportunismo perverso. Así es como hoy están pulverizados. Profundizaron esa declinación, ni qué decirlo, los golpes militares. Y los dos últimos gobiernos, al que ahora se suma un tercero, supieron capitalizar los frutos amargos de ese deterioro. Ellos han fortalecido, como sostuvo Natalio Botana, "una democracia sui generis organizada en torno a la hegemonía del Poder Ejecutivo". Vuelve a cobrar vida de este modo un viejo proyecto de liderazgo político asentado en una figura dominante que se postula como equivalente al Estado.
Santiago Ezequiel Kovadloff es filósofo egresado de la UBA. Además, se luce en poesía, ensayos y ejecutando música.