Notas de interés sociopolítico acerca de los caminos de fortalecimiento de la democracia. Incorporemos la fenomenología del poder a las disciplinas de interés humanista.
sábado, septiembre 01, 2007
Homenaje a Silvia Bleichmar
El 15 de Agosto falleció en la Capital Federal. La extrañan íntimamente tres hijos y el esposo.
Hacia 1960, Silvia partió de su Bahía Blanca natal hacia Buenos Aires para estudiar sociología y psicología en la UBA. Los sesenta la encontraron militando en movimientos estudiantiles y en los setenta la dictadura militar la llevó al exilio mexicano. Poco después partió hacia París a estudiar con Jean Laplanche, el autor del Diccionario de Psicoanálisis. Recientemente Laplanche la había elogiado y recordaba con estima a quien había sido su discípula. Bleichmar volvió a la Argentina en 1986.
Fue una psiconalista que sacó el consultorio de la abstracción psi y lo vinculó con los problemas sociales de la época. Los nuevos y los que ya estaban compenetrados en la sociedad. Trabajó para la UNICEF dirigiendo el programa de asistencia psicológica a las víctimas infantiles del terremoto de 1985 de México; formó parte del proyecto de ayuda psicológica a los afectados por la bomba que destruyó la mutual judía AMIA en 1994. Pero donde confluyeron sus dotes de psicoanalista preocupada por lo social y su estilo ensayístico fue en Dolor país (Libros del Zorzal), un libro pequeño pero contundente donde analizó la crisis del 2001 y de los meses siguientes y donde subrayó la necesidad de anteponer las subjetividades a los crudos números del riesgo país. El libro fue publicado en Francia, donde también se han editado libros suyos de psicoanálisis.
Hasta sus últimos días dio clases en la Facultad de Psicología de la UBA y en la de Córdoba; también enseñó en otras universidades nacionales y extranjeras. En los últimos meses recibió dos menciones que coronaron su carrera en lo profesional y en lo personal; en 2006 recibió el Premio Konex en Psicología y el 10 de mayo de este año fue distinguida como Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.
El año pasado visitó Bahía Blanca por última vez. Se le escuchó explicar: Los argentinos amamos al ser que surge de la adversidad. Ese rasgo lo amamos en Diego Maradona, en Gardel, en Gatica. Además, en un país que ha sido tan derrotado y que constantemente vuelve a resurgir, lo que nos conmueve,como en “el Diego”, es la caída del héroe y su recuperación, su capacidad para no dejarse vencer. Lo que nos impacta de él es que no se mimetiza con lo que no es. Maradona es de una autenticidad aplastante. Nunca se ha dejado ganar por la tentación de presentarse como lo que no es. Eso hace que alguna gente lo odie y que otros lo amemos, aunque a veces se nos haga difícil. Creo que en Diego amamos la posibilidad de remontar este país de sus raíces oscuras, lo que él representa como lucha contra el destino. Si volviera a caer, seguiríamos amándolo, porque no lo necesitamos exitoso. Lo amamos en el éxito y nos enternece en la derrota, porque él es una parte de nosotros. Amamos lo que Diego tiene de reparador y, a su vez, lo que tiene de inacabado. Diego no es Pelé. No es un triunfador, no es un winner . Es un hombre que cae y se levanta, que vuelve a caer y se vuelve a levantar. Se parece a nosotros y a nuestra historia. Los argentinos somos Diego: podemos hacer cosas sublimes y cosas espantosas, nos derrotamos y nos volvemos a levantar, luchamos creativamente contra todos nuestros traumatismos. Es increíble la capacidad creativa que conserva la sociedad argentina y la puesta en acto que es capaz de realizar. En medio de la crisis de 2001, la gente ponía poemas y armaba talleres de pintura en las calles. La sociedad argentina busca en forma permanente la recuperación: eso tiene que ver con Maradona. Somos una extraña mezcla de talento, brillantez y derrota, y eso nos identifica con él.