lunes, enero 29, 2007

EEUU: DESASTROSO SISTEMA DE SALUD


Paul Krugman, economista del MIT (55), considerado el sucesor de J.K. Galbraith, ha escrito recientemente:

El sistema de salud de EE.UU. es un escándalo y una vergüenza.

En 2005, casi 47 millones de estadounidenses —entre ellos, 8 millones de niños— no tenían seguro médico. Y muchos más tenían una cobertura inadecuada.

Los partidarios del actual sistema intentan quitar importancia a estas cifras. Muchos de los no asegurados, rezaba el Informe Económico presidencial del 2004, "están sin cobertura por una cuestión de elección".

Después, caemos en la cuenta. Un urticante artículo describía días atrás en Los «ángeles Times cómo las aseguradoras se niegan a dar cobertura de salud a quienes presentan el menor indicio de dolencia preexistente. Se le ha negado seguro de salud a personas que han tenido desde asma infantil hasta "infección inguinal pasada, causada por hongos".

Algunos dicen que no podemos solventar una cobertura universal, aun cuando la falta de seguro médico causa año tras año gran penuria económica a millones de estadounidenses y manda a miles prematuramente a la tumba. Pero los demás países desarrollados brindan atención básica de salud a todos. La única razón por la que la cobertura universal parece difícil aquí es la espectacular ineficiencia de nuestro sistema.

En salud, los estadounidenses gastan por persona más que cualquier otro país avanzado (casi el doble que los franceses, cuyo sistema de atención médica es uno de los mejores del planeta). Aun así, tenemos la más alta mortalidad infantil y casi la más baja expectativa de vida del mundo desarrollado. ¿Cómo es posible?

Parte de la respuesta es que nuestro sistema fragmentado tiene costos administrativos mucho mayores que los sistemas estatales directos típicos de la mayoría de los países desarrollados. Como señaló Anna Bernasek en The New York Times hace poco: además del costo que implican las aseguradoras, "los médicos y hospitales estadounidenses deben ocuparse de un enorme papeleo que no existe en Canadá o Inglaterra".

Además, las aseguradoras muchas veces no cubren la prevención porque el ahorro futuro que eso puede generar no necesariamente las beneficiará. Y la fragmentación del sistema explica por qué estamos tan rezagados, frente a otros países, en el uso de la historia clínica electrónica, que baja costos y salva vidas.

Lo cierto es que podemos dar cobertura a los que no la tienen. Lo que no podemos es seguir sin un sistema universal de salud.

Si por mí fuera, tendríamos un sistema tipo Medicare para todos, pagado con un impuesto

que representaría menos de lo que la mayoría de los empleados o de sus empleadores pagan hoy en seguros. Así, en un solo paso, se daría cobertura a los no asegurados, se bajarían significativamente los costos administrativos y se avanzaría en la prevención.

Con un sistema así, las personas tendrían derecho a elegir a su médicos y también otras opciones. Medicare hoy permite a la gente aplicar sus beneficios a organizaciones de salud gerenciadas por aseguradoras privadas, y no hay por qué descartarlo en un Medicare para todos los estadounidenses. Pero todos estarían dentro del sistema.

¿Podemos llegar ahí desde donde estamos? La reforma de la salud está en el candelero. Legisladores demócratas hablan de un seguro de salud para todos los niños. John Edwards lanzó su campaña presidencial abogando por atención médica universal. En los estados, están pasando cosas. Inspirados por el plan de Massachusetts de dar seguro a todos los habitantes sin cobertura, políticos de otros estados ahora evalúan iniciativas similares.

Pero ahora es el momento de alertar contra planes que intentan asegurar a los que no tienen cobertura sin fijarse en las principales fuentes de ineficiencia de nuestro sistema. Lo malo de planes como el de Massachusetts es que, a diferencia de Medicare, canalizan el dinero a través de aseguradoras.

Todos sabemos por qué: tratan de evitar una reacción demasiado fuerte de las aseguradoras y de todos los que se benefician con la irracionalidad del sistema actual.

Pero ¿qué le pasó a Bill Clinton?. Rechazó la modalidad de pagador único, pese a sus méritos, en favor de un plan complejo que supuestamente cooptaría a las aseguradoras al darles un papel bastante innecesario. La recompensa por ese "pragmatismo" fue que las aseguradoras igual se opusieron al plan, con una difundida campaña de avisos en los que se burlaban de su complejidad.

Hoy tenemos otra oportunidad de reformar el sistema de salud. No dejemos pasar esta oportunidad con una rendición preventiva ante los intereses especiales.