martes, abril 04, 2006

Vacío político


Los partidos, entes fundamentales del desenvolvimiento de nuestra forma de (pretendida) democracia, casi no existen. Su rol ha sido borrado mediante el dominio de los medios de comunicación: se ha desacreditado el sistema partidista y bañado de desconfianza y desprecio a sus actores, los políticos.
La función primordial de los partidos en nuestro esquema social: proponer programas, generar dirigentes, alentar a la militancia, está disuelta.
La genuina intermediación entre los reclamos y pareceres de la base social y las autoridades está rota. Ese papel lo cumplen los medios de comunicación, malinformando, desvirtuando, redirigiendo la atención de lo principal a lo subalterno.
La gestión gremial, la acción empresarial y la energía universitaria (o, intelectual) cedieron su responsabilidad en la generación de dirigentes, saturados de pretensiones sectoriales y ya en un largo y dañino desencuentro con los gobiernos.
Los cuerpos de la sociedad no tienen representación política. Las figuras que se exhiben electoralmente son individualidades con marketing o con ocultos apoyos económicos y financieros.
La cuestión es recuperar urgentemente la vida partidaria.
¿Se podrá bajo las formas ya conocidas? Mostramos unas pocas agrupaciones históricas (con mucho más pasado que presente) y algunas expresiones provinciales o vecinales que alcanzan para imprimir boletas con pretensiosos (desconocidos) de siempre.
Los partidos que necesita un esquema democrático requieren sólida representatividad. Hasta no hace mucho podíamos encontrar el día de elecciones al PJ (en si o sus mutantes), a la UCR, a desgloses de ese radicalismo y a expresiones convocantes más netamente de derecha e izquierda.
Eso, así, no le sirve a la democracia.
Lo deseable es elegir por mayoría programas (o sea, metas y estrategias) y la gente que los lleve a cabo (en su ejecución y su control), que dicte las leyes correspondientes a los caminos votados y que dé soporte y legitimidad a los responsables del poder judicial.
El tema es, entonces, contar con partidos que exhiban objetivos y métodos alternativos. Y esas diferencias tienen que responder a los intereses que dinamizan a la sociedad. Las propuestas tienen que hacer eje en distinciones sustanciales.
Las opciones que se podrían componer hoy están en función de estas condiciones:
1- Inserción internacional: adherir al imperio o conformar un bloque alternativo.
2- Federalizar el poder constitucional reforzando aquellos de las provincias (a la vez, potenciar las representatividades a nivel de las comunas) o sostener el esquema actual de altísima concentración presidencial.

Es probable que en estos ejes se agote el cuadro de programas alternativos. Cada uno de ellos engloba diversos conceptos, como ser:
En 1-, fortalecer el Mercosur yendo al equilibrio de posibilidades entre todos los países integrantes. Firmar una estrategia común extraMercosur y encaminarse al potenciamiento productivo y a la recuperación del consumo popular.
En 2-, concretar la función del Presidente como mandatario y administrador de los designios provinciales, adaptando las plataformas electorales de modo de reforzar las autonomías del interior. ¿Por qué el gabinete nacional no debería ser aprobado por los gobernadores?
Además, replantear la democracia en sus bases genuinas, es decir, los intereses vecinales, respondidos desde las autoridades comunales y transmitidos al poder provincial. Asimismo, descentralizar las estructuras de seguridad y los esquemas impositivos, otorgando a las comunas más herramientas de generación de empleo y producción.
Este punto encierra la disyuntiva expresada en 1-: se trata de reacomodar la estructura productiva dejándola a criterio del capital monopólico o decidirse por una economía de orientación pública, con gobiernos que diseñen metas y caminos comprometiendo las posibilidades del interior.