miércoles, diciembre 14, 2005

Oferta y demanda son ajenas a las necesidades


La vivienda es un derecho que toda sociedad debe atender en respeto a sus integrantes.

La obligación de cualquier gobierno es cumplir en que cada ciudadano que procure trabajo lo encuentre. Los esfuerzos de todo gobierno deben estar encaminados a que cada familia pueda acceder a su sustento a través del trabajo de sus componentes y a la vivienda que provea albergue al núcleo.

El mercado no lo puede resolver. Como lo muestran los dramas actuales, inquilinos y locatarios están en plena batalla para ver cuánto se puede ganar con los inmuebles y con qué poder atajar el desquicio presupuestario de los que no tiene casa propia.

CIVISMO lo planteó con el problemón de los colectivos locales. No se puede financiar una necesidad (la de moverse al trabajo, a la escuela, al hospital) con un boleto que cada vez es más difícil pagar para quienes más necesitan ese servicio. Habrá que pensar en cubrirlo con el presupuesto municipal.

La alternativa más ventajosa será probablemente mutualizar a los inquilinos y unirlos en las defensas de sus debilidades frente a quienes medran con la necesidad ajena. Saquemos del tema, por supuesto, al sector de alquileres fuera del albergue básico.

La cooperación hará más fuertes a los débiles y ayudará a organizar las soluciones más saludables.
Cooperativas contenidas por localidad y bien comunicadas entre sí. Con mucho apoyo administrativo municipal. Y, de paso, trazar algún plan de construcciones que de una luz de esperanza a quienes no acceden a vivienda propia.

No creemos en arreglos a nivel público porque semejante estructura lleva a la coima y la corrupción. La gente misma tiene que hacerlo y controlarlo.

Estamos ante una nueva herida causada por los 20 años de neoliberalismo. Nos hemos empobrecido groseramente mientras una minoría disfruta de ese saqueo. Y no sólo el reparto despreciable de los frutos sociales es lo que nos castiga, sino que llevaron a este (y muchos otros) proyecto de democracia a su más alto punto de disolución. La facilidad con la que se armaron alianzas enseña que hay todo un plan de sometimiento al que algunos dirigentes se afiliaron y otros callaron.