El
código de Tránsito y Transporte bonaerense agrupa normas que están
bien y mal.
Todas
aquéllas que tienden a evitar un daño generalizado o impiden la
actuación de un tercero (incluido el agente público) son las
legítimas. Las que afectan libertades y decisiones del individuo,
son erradas y hasta antidemocráticas.
No
mostrar una chapa patente (que no permite identificar el rodado) es
un ilícito punible.
No
usar casco con una moto es una decisión individual y no cabe que a
través de una norma se pretenda imponer una conducta. La ley existe
para arbitrar, no para prevenir la efectos de una inconducta
individual.
Multar
la falta de seguro es incorrecto: se está forzando un contrato entre
privados procurando que no se caiga en la irresponsabilidad de no
estar cubierto en caso de accidente o daño a tarcero. Lo mismo con
lo referido a la ingesta de alcohol o al no usar el cinturón de
seguridad.
El
estado legisla indebidamente y, muchas veces, desacertadamente. Usar
un celular al manejar encierra un riesgo muy difícil de pronosticar.
El efecto no deseable de esa conducta será responsabilidad de quien
la lleve a cabo.
Otro
caso: se exige cumplir con la verificación técnica (VTV).
Es
de esperar que los propietarios de los vehículos satisfagan año a
año (en la gran mayoría de los casos) ese reclamo cuando se cuenta
con los medios para hacerlo. Sin embargo, en el ejemplo de Bahía
Blanca, ruedan zonalmente bastante más de cien mil unidades (autos,
camiones, motos, acoplados y otros) y las instalaciones existentes
podrían cubrir a lo sumo, en los 12 meses, no más de 23 mil
(trabajando a pleno las tres fosas, las ocho horas diarias, todos los
días hábiles) tardando unos 20 minutos de promedio por revisión.
¿Con qué derecho puede multarse por esa falta?.
Una
licencia de conductor está muy lejos de prevenir que alguien
produzca un daño con su rodado. Es un recurso para recaudar y para
hacer sentir una presión que no escapa a la voluntad disciplinante y
represiva del aparato oficial.
Es
decepcionante que no existan vías ni voluntades de reacción a estos
excesos públicos. Y lo lamentable es que ocurre en todo el mundo
algo parecido.
Somos
sociedades sometidas por el miedo y el vigor del orden. En todos los
ámbitos. Es hora de despertar.