viernes, julio 19, 2013

Buenas y Malas

El código de Tránsito y Transporte bonaerense agrupa normas que están bien y mal.
Todas aquéllas que tienden a evitar un daño generalizado o impiden la actuación de un tercero (incluido el agente público) son las legítimas. Las que afectan libertades y decisiones del individuo, son erradas y hasta antidemocráticas.
No mostrar una chapa patente (que no permite identificar el rodado) es un ilícito punible.
No usar casco con una moto es una decisión individual y no cabe que a través de una norma se pretenda imponer una conducta. La ley existe para arbitrar, no para prevenir la efectos de una inconducta individual.
Multar la falta de seguro es incorrecto: se está forzando un contrato entre privados procurando que no se caiga en la irresponsabilidad de no estar cubierto en caso de accidente o daño a tarcero. Lo mismo con lo referido a la ingesta de alcohol o al no usar el cinturón de seguridad.
El estado legisla indebidamente y, muchas veces, desacertadamente. Usar un celular al manejar encierra un riesgo muy difícil de pronosticar. El efecto no deseable de esa conducta será responsabilidad de quien la lleve a cabo.




Otro caso: se exige cumplir con la verificación técnica (VTV).
Es de esperar que los propietarios de los vehículos satisfagan año a año (en la gran mayoría de los casos) ese reclamo cuando se cuenta con los medios para hacerlo. Sin embargo, en el ejemplo de Bahía Blanca, ruedan zonalmente bastante más de cien mil unidades (autos, camiones, motos, acoplados y otros) y las instalaciones existentes podrían cubrir a lo sumo, en los 12 meses, no más de 23 mil (trabajando a pleno las tres fosas, las ocho horas diarias, todos los días hábiles) tardando unos 20 minutos de promedio por revisión. ¿Con qué derecho puede multarse por esa falta?.
Una licencia de conductor está muy lejos de prevenir que alguien produzca un daño con su rodado. Es un recurso para recaudar y para hacer sentir una presión que no escapa a la voluntad disciplinante y represiva del aparato oficial.
Es decepcionante que no existan vías ni voluntades de reacción a estos excesos públicos. Y lo lamentable es que ocurre en todo el mundo algo parecido.
Somos sociedades sometidas por el miedo y el vigor del orden. En todos los ámbitos. Es hora de despertar.