Como diría Martín Fierro a regañadientes: "Ej la china la que manda". Así parece.
Una idea: los chinos están imponiendo inversiones en los países más pobres (aunque, potencialmente muy ricos). Es el caso de Congo, por ejemplo. Allí hacen y rehacen caminos, construyen hospitales. Obras que ayudan fuertemente al progreso popular. A cambio (y sin apuro, como lo afirman) obtienen facilidades para la explotación, como la minera, por caso. Los congoleños tienen oro, diamantes, cobalto.
Lo que se vislumbra es un horizonte donde el país comunista, que supo convertirse en el gran taller industrial de la economía del mundo (y, también, en el sindicato más poderoso que los capitales puedan enfrentar) está propulsando el crecimiento de las naciones de la periferia del capitalismo central (el que incluye a los socios europeos y asiáticos), acompañando a regímenes populistas (como el nuestro) para crear un contrafrente que equilibre (o venza, se verá) al imperio del dólar.
Por eso hay toda una corriente de grandes inversiones en Sud y Centroamérica, África y en algunas comarcas europeas en las que China, sin preocuparse demasiado por condiciones de asociación, refuerza a determinados sectores sociales para consolidarlos en el poder.
La corrupción no es angustia en el credo chino. Por el contrario, sirve para fortalecer una burocracia voraz y a los empresarios que se le unen en los negocios más voluminosos y oscuros. Al parecer, en cada uno de los países en que se asientan.
Lo que se vendría, entonces, es un megaespacio controlado por los descendientes de Mao y poblado de naciones en las que rige el populismo tan actual.
Notas de interés sociopolítico acerca de los caminos de fortalecimiento de la democracia. Incorporemos la fenomenología del poder a las disciplinas de interés humanista.
domingo, mayo 26, 2013
miércoles, mayo 22, 2013
Independencia
Es impracticable y falso en los
actuales escenarios políticos hablar de independencia de los jueces
y legisladores respecto de la presidencia nacional.
La realidad nos muestra que una
autoridad fundada en altísima concentración frente a los
mandatarios federales, que les adjudica recursos según coloratura
partidaria o asociación de momento, es adversa a la democracia.
Una presidencia capaz de elegir y
maniatar a los jueces tampoco conduce a una sociedad equitativa o
justa. Desentenderse de la inflación, asumiendo el fracaso de no
cumplir con un reparto ético y planchar toda iniciativa productiva
(que no vaya de la mano del modelo corruptivo) es jugar para que los
especuladores se enriquezcan ilimitadamente con la divisa menos
prestigiosa en el mundo.
Esta simulación de democracia, llevada
adelante hoy por un proyecto centralista, mezquino y provocador es
seguramente el límite de corrupción al que se puede acceder con las
reglas de juego en vigencia.
Habrá que cambiar las disposiciones
constitucionales. Diputados y senadores no pueden ejercer con
permanencia. Su facultad debe ser netamente asambleística: reunirse
una o dos veces al año, en representación del cuadro de fuerzas
políticas actuantes y volverse a casa después de votar los
proyectos del Ejecutivo o los partidos y juzgar los hechos de los
poderes paralelos: jueces y autoridad ejecutiva. Esto tanto a nivel
de nación como de provincias.
Los jueces no pueden seguir arrogándose
el privilegio de que un poder de semejante significación sea
oportunidad de quienes estudiaron Derecho (y se graduaron bien o
mal). ¿Por qué no puede un intelectual o un artista, o un probado
profesional juzgar la conducta de sus semejantes? La apoyatura
jurídica se la aportarán los sabedores y técnicos pero el criterio
humanista que tiene que primar en un tribunal no merece seguir siendo
atributo de los abogados.
Además y fundamentalmente, las causas
no pueden ser arbitradas por vecinos. Los procesos trascendentes
deben ser sometidos a cortes supranacionales, distantes del cuadro de
factores de poder dominantes en una democracia.
Las municipalidades dejan ver una
insostenible distorsión: los intendentes son los jefes del
Ejecutivo, transformando a los planteles comunales en campos de
cultivo y de caza. Deben ser autoridad máxima los titulares de los
Concejos vecinales, mientras que las secretarías y direcciones del
municipio conformarse con cuadros profesionales de concursada
permanencia.
Por otra parte, tenemos que reconocer
que los verdaderos representantes de la comunidad son los concejales.
Deben poder actuar con la asistencia debida que fundamente sus
decisiones. Si no, están sometidos a las presiones de Ejecutivo
(votando a favor o procurando un espacio de oposición, según sea).
Por último, el llamado “cuarto
poder” (que en un 80% es periodismo oficialista en este tiempo)
tiene que agotarse en la hipocresía de su “independencia”.
Ningún medio podrá serlo mientras dependa de un caudal
publicitario. La manera de conseguir prensa honesta y cabal es
favorecérsela a las agrupaciones políticas. Cada concepto mostrará
una bandera que porte su identidad partidaria y se agotará la
presunta “objetividad” de los grandes de siempre. El PEN (que ya
los tiene, sobradamente) o las legislaturas y los jueces podrán
contar también con sus canales de difusión. Todo el universo
cultural, también.
La ingeniería sobre la que se basa
nuestra realidad política es corrupta e inservible. El País de hoy,
como otros muchos ejemplos del planeta, así lo muestran.
martes, mayo 14, 2013
La fórmula es AGN
Hay un descontento generalizado acerca
del rol de la oposición política.
Nuestra realidad es fruto indeseado del
proceso de concentración del poder que se da sobre esta década
presente. La fuerza gobernante acumula recursos financieros y apoya
el desenvolvimiento de los monopolios asociados que rigen finanzas,
comercio exterior y comercialización.
Los medios de comunicación han sido
capturados por el oficialismo (se calcula que hoy un 80% responde al
FPV) y son responsables de la licuación de los partidos: han llenado
el espacio ineludible para la democracia que es la intermediación
entre el interés popular y la autoridad.
Hay una posibilidad que, por razones
que merecen análisis, no hemos sabido usufructuar: la Auditoría
General de la Nación. Es un organismo creado en 1992, regido por la
oposición (la UCR lo preside actualmente) y que controla el uso que
hace el aparato público de sus recursos.
Es así de simple y contundente.
Si la AGN, que dirige dignamente una
figura de trascendencia internacional, Leandro Despouy, lograra el
apoyo de los partidos no gobernantes (superando presumibles celos),
la anhelada oposición tendría un cuerpo de valiosa presencia.
Éste es un tema que justifica análisis
y acción.
En la foto: la sede de la AGN, en Avda. Rivadavia 1745.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)