Cuando
el Estado niega la inseguridad reinante es porque no puede dar
respuesta al reclamo social.
Es
cierto que hay buenos y malos policías; que hay buenos y
malos entre ricos y pobres; que hay buenos y malos jueces. Y también,
funcionarios.
Pero
lo que no hay es una política dirigida a la seguridad. En eso
falla el Estado: no ha sabido o podido desplegar un cuerpo de metas y
estrategias para paliar el miedo de unos y la perversidad de otros.
Si
el Estado aumenta desmesuradamente las multas de tránsito en
prevención de accidentes (casco de motociclistas, celulares al
manejar, por ejemplo) es porque no entiende cómo persuadir
para crear conciencia.
El
Estado es incompetente. Ineficaz. Es demasiado grande y caro
para los logros que pueda acreditarse. Para colmo, la inmadurez
política nos lleva a jugar el campeonato de las elecciones. Se
crean (cada vez bastante menos) figuritas capaces de atraer a las
urnas. No hay actividad ni predisposición cierta a sostener escuelas
políticas, como deberían serlo los partidos.
Es
más: el gobierno despliega un populismo basado en el
ilusionismo a través del control mayoritario de los medios de
difusión y la gente vota preferentemente por una imagen de
autoridad, mérito insoslayable e incumplible.
Tenemos
que proponer y debatir estrategias sociales destinadas a
diluir la exclusión y la marginación. Que no se afirmen las
mafias en base al comercio de la droga y a la corrupción estatal.
Colombia
está haciendo lo emulable en ese sentido. Claro que es posible.
Habrá
que reclamarles a las universidades que actúen en serio y hagan
fructificar los cuantiosos presupuestos que la sociedad les provee
impensadamente. Deben diagnosticar nuestra realidad y lanzar
proyectos de progreso comunitario.
Ese
Estado inepto que sufrimos malversa los recursos en un desorden de
fuerzas de seguridad absolutamente distorsionadas en cuanto a
hipótesis creíbles para su razón actual de ser.
No
podemos dejar de entender que este País tan extenso y mal poblado
es muy caro: hay que solucionar necesidades básicas de
poblaciones largamente dispersas y bajo una acuciante inequidad.
Las
soluciones son urgentes. Las herramientas, ¿accesibles?.