El presidente iraní visitó a algunos jefes de Estado sudamericanos a lo largo de la semana pasada.
Es difícil encontrar explicaciones claras sobre las razones que motivaron el periplo del eterno negador del Holocausto nazi.
Por un lado se habla de la búsqueda de nuevos aliados para el apretado líder asiático, compelido por sus decisiones en materia de progresos nucleares.
Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Cuba fueron sede de su presencia (interlocutor mediante y, se espera, honesto).
Hasta mantuvo una charla cerrada de dos horas con Fidel, a quien se ve muy animoso.
Los motivos de las invitaciones tampoco son claramente imaginables. Se puede llegar a pensar en irritar al imperio (riesgoso; más ahora, que se retira de Iraq).
Los analistas más valiosos se muestran confundidos e incrédulos. Dante M. Caputo escribe en "Perfil":
Llegado a este punto, es legítimo preguntarse –sólo porque la
cuestión se sitúa en plano de los intereses– si efectivamente esta
visita es útil, es decir, si sus beneficios son mayores que sus costos.
Del lado de los beneficios que calculan los que se congregan existen
básicamente dos. Por un lado, la formación de un frente común con otros
países que se enfrentan al imperio. Por otro lado, lo razonable es
imaginar que las ventajas son también económicas. Irán es un gran
exportador de petróleo que precisa evitar el aislamiento y puede –en
consecuencia– traer dinero a América latina.
Como esto me lo dijo uno de los altos dirigentes de uno de los países
que visitaría el presidente iraní, el argumento no es sólo
especulativo.
¿Y del otro lado de la balanza? Desafortunadamente el costo puede ser
alto. Irán está, como todos sabemos, en el centro de las cuestiones de
seguridad internacional. Su plan nuclear ha generado sanciones unánimes
de Occidente. En varias ocasiones, se aludió incluso al uso de la fuerza
para detener el desarrollo nuclear iraní.
En el texto, el ex Canciller resalta la represión a la que está habituado el gobierno persa, que no cuenta con un apreciable equilibrio interno (sobre todo por la desigualdad de géneros).
Hay que ver qué pasará. Hoy, el planeta divaga entre intereses y principios (en desigual medida, obviamente)