Vivimos un proceso de cambios políticos y sociales.
Se ha caracterizado a la estrategia del actual gobierno como populismo, fundamentándola en la demagogia, el clientelismo, el crecimiento desmesurado del aparato público, la vocación conflictiva, la concentración de riqueza y poder, el cultivo dinástico del mandato y la progresiva destrucción de la clase media.
Por lo tanto, populismo es lo contrario a toda pretensión de democracia.
Venezuela vive un devenir similar. Aparte, no hay algo parecido en Sudamérica.
Este es el punto de partida del 2012.
Se ha consolidado un programa en el que un grupo dominante, que afirmó su autoridad sobre cuantiosos recursos financieros, se asoció a sectores sindicalistas y empresarios beneficiados con el curso asumido. Especuladores de adentro y de afuera supieron ver en la confusión cuál era la forma de abordar el poder.
Esperamos cómo se desenvolverán las cosas con las próximas paritarias y sus efectos reales en la capacidad económica básica.
Por ahora, el consumismo anhelado por las autoridades se va desinflando por los aumentos persistentes y generales de los precios y la incapacidad de regeneración de crédito de las familias. La suerte de la temporada estival va mostrando ese curso.
Los cambios posibles no son probables (como diría M. Aguinis). 2012 será un desafío mayor para el establishment.