jueves, abril 16, 2009

De éso no se habla


Durante los primeros días de Marzo, Cuba fue sede del XI Encuentro Internacional de Economistas sobre Globalización y Problemas del Desarrollo.
Los norteamericanos Edmund Phelps (EEuu, casado con una argentina) y Robert Mundell (canadiense), Premios Nobel de Economía 2006 y 1999, respectivamente, asistieron por tercera vez a la reunión anual impulsada originalmente por Fidel Castro.
Más de mil quinientos economistas y representantes de organismos internacionales se congregaron en La Habana.
El día previo al cierre, el ex Presidente cubano recibió al argentino Atilio Borón, Doctor en Ciencias Políticas, Profesor Titular de Teoría Política y Social, director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales, PLED.
Tras la charla, Castro Ruz dio a conocer sus reflexiones sobre la coyuntura internacional. Borón destaca de ellas:

Las causas (las de la situación mundial) son estructurales: es una crisis de superproducción y a la vez de subconsumo. No por casualidad estalló en EEUU, porque este país hace más de treinta años que vive artificialmente del ahorro externo, del crédito externo, y estas dos cosas no son infinitas: las empresas se endeudaron por encima de sus posibilidades; el Estado se sobreendeudó para hacer frente no a una sino a dos guerras (no sólo sin aumentar los impuestos sino que reduciéndolos). Los ciudadanos son sistemáticamente impulsados a endeudarse para sostener un consumismo desorbitado, irracional y despilfarrador.
A estas causas estructurales hay que agregar la acelerada financiarización de la economía, la irresistible tendencia hacia la incursión en operaciones especulativas cada vez más arriesgadas. Descubierta la ‘fuente de juvencia’ del capital gracias a la cual el dinero genera más dinero prescindiendo de la valorización que le aporta la explotación de la fuerza de trabajo y, teniendo en cuenta que enormes masas de capital ficticio se pueden lograr en cuestión de días, la adicción del capital lo lleva a dejar de lado cualquier cálculo o cualquier escrúpulo.
Las políticas neoliberales de desregulación y liberalización hicieron posible que los actores más poderosos que pululan en los mercados impusieran la ley de la selva. Se dio una enorme destrucción de capitales a escala mundial, caracterizándoselo como una ‘destrucción creadora’. Lo que estamos viviendo es la fase inicial de una larga depresión, y la palabra recesión, tan utilizada recientemente, no captura en todo su dramatismo lo que el futuro depara para el capitalismo.
Este proceso no es neutro pues favorecerá a los mayores y mejor organizados oligopolios, que desplazarán a sus rivales de los mercados. La ‘selección darwiniana de los más aptos’ despejará el camino para nuevas fusiones y alianzas empresariales, enviando a los más débiles a la quiebra.
Habrá acelerado aumento del desempleo. En Estados Unidos la recesión ya destruyó 3,6 millones de puestos de trabajo. La mitad durante los últimos tres meses. Varios Estados centroamericanos, así como México y Perú, por sus estrechos lazos con la economía estadounidense, serán fuertemente golpeados por la crisis.
Otras fuentes de propagación de la crisis en la periferia son la caída en los precios de las commodities que exportan los países latinoamericanos y caribeños, con sus secuelas recesivas y el aumento de la desocupación.
Se conjuga con una profunda crisis energética que exige reemplazar al actual, basado en el uso irracional y predatorio del combustible fósil.
Esta crisis coincide con la creciente toma de conciencia de los catastróficos alcances del cambio climático.
Agréguese la crisis alimentaria, agudizada por la pretensión del capitalismo de mantener un irracional patrón de consumo que ha llevado a reconvertir tierras aptas para la producción de alimentos para ser destinadas a la elaboración de agrocombustibles.
Obama reconoció que no hemos tocado fondo todavía, y Michael Klare, escribió en días pasados que ‘si el actual desastre económico se convierte en lo que el presidente Obama ha denominado década perdida, el resultado podría consistir en un paisaje global lleno de convulsiones motivadas por la economía.’
Se abre un largo período de tironeos y negociaciones para definir de qué forma se saldrá de la crisis, quiénes serán los beneficiados y quiénes deberán pagar sus costos.
China puede llegar a jugar un papel positivo para la estrategia de recomposición de los países de la periferia. Beijing está gradualmente reorientando sus enormes energías nacionales hacia el mercado interno. Por múltiples razones que serían imposibles discutir aquí es un país que necesita que su economía crezca al 8 % anual, sea como respuesta a los estímulos de los mercados mundiales o a los que se originen en su inmenso –sólo parcialmente explotado- mercado interno. De confirmarse ese viraje es posible predecir que China seguirá necesitando muchos productos originarios de los países del Tercer Mundo, como petróleo, níquel, cobre, aluminio, acero, soja y otras materias primas y alimentos.
Hoy, la hegemonía y la dominación están claramente en manos de USA. Es el único garante del sistema capitalista a escala mundial. Si USA cayera se produciría un efecto dominó que provocaría el derrumbe de casi todos los capitalismos metropolitanos, sin mencionar las consecuencias en la periferia del sistema. En caso de que Washington se vea amenazado por una insurgencia popular todos acudirán a socorrerlo, porque es el sostén último del sistema y el único que, en caso de necesidad, puede socorrer a los demás.
Estamos en presencia de una crisis que es mucho más que una crisis económica, o financiera. Se trata de una crisis integral de un modelo civilizatorio que es insostenible económicamente; políticamente, sin apelar cada vez más a la violencia en contra de los pueblos; insustentable también ecológicamente, dada la destrucción, en algunos casos irreversible, del medio ambiente; e insostenible socialmente, porque degrada la condición humana hasta límites inimaginables y destruye la trama misma de la vida social.
La respuesta, por lo tanto, no puede ser sólo económica o financiera. Las clases dominantes harán exactamente eso: utilizar un vasto arsenal de recursos públicos para socializar las pérdidas y reflotar a los grandes oligopolios. Encerrados en la defensa de sus intereses más inmediatos carecen siquiera de la visión para concebir una estrategia más integral.