lunes, septiembre 01, 2008

Pedro Brieger



Considerado en el medio televisivo y radial como uno de los especialistas en política internacional, Pedro Brieger forma parte de ese escaso elenco de voces del periodismo argentino que, en los últimos años, intenta aportarle a sus análisis sobre la realidad nacional o del mundo un enfoque diferenciado del barullo superficial y monótono de las opiniones dominantes. De este modo respondió a una requisitoria reciente de Revista "Cabal" (IMFC).
¿Qué periodistas o pensadores de la política internacional admira?
Los que admiro o respeto no siempre son periodistas en el sentido estricto del término. Alguien que ha investigado mucho y escrito trabajos periodísticos extraordinarios, sin ser él exactamente un periodista, sino un pensador y un lingüista, es Noam Chomsky. Sus análisis de la política exterior de los Estados Unidos, o de lo que pasó en Indonesia, son irremplazables. Los escritos de Juan Goytisolo sobre Yugoeslavia, Argelia o el mundo árabe son también indispensables. O los de Edward Said, que tampoco era un periodista, pero escribía también trabajos y columnas para distintas publicaciones que eran estupendas.
El conflicto entre Israel y Palestina parecería insoluble. ¿Es así?
No sólo lo parece, hoy por hoy es insoluble. No se percibe solución alguna a corto y mediano plazo. Por dos razones: en primer lugar porque Israel sigue contando con el apoyo de la primera potencia mundial.
Y, mientras Estados Unidos siga siendo la primera potencia mundial, la situación va a seguir así, como lo han puesto de manifiesto las últimas declaraciones de Barack Obama sobre Jerusalen. Y en segundo lugar porque los palestinos están hoy profundamente divididos,
carentes de una estrategia para lograr un Estado, debilitados profundamente después de la caída de la Unión Soviética, que era su sostén principal de estrategia política y económica. Desde la aparición de Hamas como movimiento de resistencia islámico alternativo, la Organización para la Liberación Palestina (OLP) se ha debilitado muchísimo y no da pie con bola, no sabe cómo encontrar una fórmula para deshacerse de la ocupación, que ya lleva 41 años y que es el tema central que agobia a los palestinos día a día.
No obstante, los palestinos han conseguido un triunfo mediático importante y es que 60 años después de la expulsión de su territorio, en 1948, ahora el mundo comienza a hablar de la nakba, que es la utilización en árabe de la palabra que refleja la expulsión de los palestinos en 1948, la catástrofe, y que durante muchos años no se utilizaba. En realidad, recién hace diez o quince años comienza a utilizarse en los medios de comunicación occidentales esa palabra, que registra que la creación del Estado de Israel tuvo una contracara, que fue la expulsión de los palestinos.

¿Cómo ve el panorama de las elecciones en los Estados Unidos?
No sabemos todavía cuál es el límite y cuál es el techo de Obama. Eso es una gran incógnita. Obama apareció casi como un outsider, para usar una expresión que usan los norteamericanos, alguien que viene de afuera. Un desconocido, como trató de caracterizarlo Hillary
Clinton en un intento de atraerse más votos que finalmente se le convirtió en un boomerang. Obama quiere representar lo nuevo, quiere representar el cambio, sin que tengamos en claro qué es eso. No sabemos todavía qué significa eso que él afirma representar. Tampoco sabemos si va a ganar, por lo tanto, es muy difícil responder qué pasará con estas elecciones, si Obama pierde y se termina acá o gana y se abre una etapa cuyo contenido es por ahora una incógnita. Me parece que lo atractivo de estas elecciones estadounidenses, lo que las hace más interesantes que muchas otras anteriores, es que existe un persona que, aunque forme parte del partido demócrata, viene por fuera del establishement institucionalizado, que además es negro y sostiene discursos que tienen un sentido radical en lo que dice, pero que está en una sociedad profundamente racista, no hay que olvidarlo. Por eso, muchos demócratas van a votar por McCain y no por Obama, precisamente por ese racismo antinegro que hay. Lo que yo digo por ahora es que estamos frente a una de las elecciones más interesantes de los últimos tiempos en los Estados Unidos. Si se aplicara mecánicamente la impopularidad de Bush al republicano McCain se podría suponer que éste perdería, pero es una mala manera de calcular los votos. Pero no nos es posible calcular así. McCain está tratando por otra parte de diferenciarse de Bush, porque es consciente de su impopularidad y no quiere quedar pegado a su figura. Hay algunos analistas que durante la campaña pensaron que McCain era más liberal y abierto que Bush, porque criticó algunas de las medidas del actual presidente. Es un error, que señalé desde un primer momento. Mc- Cain es un conservador, tendrá políticas más abiertas en algunos puntos específicos pero es una continuidad del pensamiento republicano y asegura más guerra en Irak. De eso estamos seguros, pero hay que ver si gana. Un gran interrogante.
¿Cómo ve la situación de Estados Unidos en Irak?
Muy complicada y no le encuentra la solución. De hecho hay rumores de un pacto secreto entre Bush y el gobierno de Irak para perpetuar la presencia de las tropas norteamericanas en ese país. Se intentarían quedar en bases militares durante un largo tiempo.
¿Y el proceso en América del Sur?
Es muy interesante. Por primera vez en mucho tiempo encontramos un cuestionamiento a las políticas neoliberales, aunque se puedan notar contradicciones y diferencias. De hecho existen diferencias explícitas e implícitas entre Tabaré y Evo Morales, entre Lula y Chávez, entre Bachelet y los Kirchner, pero todos forman parte de un mismo proceso. Los mitos neoliberales se fueron derrumbando, han sido profundamente impugnados. Y, en algunos casos, esos criterios antiliberales se están tratando de llevar a la práctica, más allá del discurso. Pero, tratar de cambiar las políticas que imperaban antes de producirse esta nueva situación en América del Sur no es fácil. Cuando Menem hablaba de una verdadera revolución era verdad. Las políticas neoliberales en los años noventa provocaron transformaciones económicas y sociales muy difíciles de cambiar, pero por primera vez asistimos a un debate en otros términos, no hegemonizado por las corrientes ortodoxas neoliberales que rechazaban de plano cualquier reparo que se les hiciera e impedían todo tipo de discusión. Esas políticas se instalaron en América Latina en dos etapas. En la primera a través de la dictadura y Chile es el caso más claro. No había debate, el que se resistía a las políticas impuestas por Pinochet terminaba en una zanja. La segunda etapa es de consentimiento. Se construyó el consenso de que lo mejor para la sociedad era privatizar todo. La población terminó aceptando de buena gana la privatización de trenes, teléfonos, aguas, petróleo, etc, como un signo de bondad, creyendo que ese camino era la salvación. Hoy ese modelo está profundamente desacreditado y es posible plantear una alternativa en lo político y económico, decirle al gobierno de los Estados Unidos que no se le renueva una base militar como la de Manta, como hizo Ecuador; notificarle que no se va a dejar de cultivar coca, como lo manifestó Bolivia; dejar en claro que no se van a aceptar las maniobras militares de sus fuerzas como lo comunicó Venezuela, o transmitirle que no se aceptarán los dictados del Fondo Monetario Internacional como lo hizo Argentina. Hay profundos cuestionamientos de las políticas que hegemonizaron la vida política en América Latina durante dos o tres décadas