domingo, mayo 28, 2006

Los niños de las viñas

Los diarios de Mendoza reflejan que la producción viñatera ostenta la mayor tasa de trabajadores infantiles ( desde los 4 años a los 17). Que sus realidades son en condiciones indignas y que deben trabajar en las áreas rurales en la cosecha, siembra y poda.La “Encuesta y Observatorio de Trabajo Infantil” (EANNA) que se acordó entre el gobierno argentino y el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), demuestra que la provincia de Mendoza tiene el nivel más elevado de trabajo infantil.

Esta información fue recogida en el último cuatrimestre del 2004, tomando las áreas de relevamiento como el Gran Buenos Aires, Mendoza y las subrregiones del noreste: Formosa y Chaco. En estas provincias se encuestó tanto a la población urbana como a la rural. El conjunto de jóvenes entrevistados representa, aproximadamente, a la mitad de los niños y adolescentes de 5 a 17 años de todo el país. La proporción de trabajadores infantiles es mayor en las áreas rurales que en las urbanas, en lo que se denomina la subrregión del NEA, o sea, Chaco y Formosa, entre otras, y en la provincia de Mendoza.

Los resultados muestran que los adolescentes entre 14 y 17 años declararon haber trabajo una hora en la semana, por lo menos. Esto nos puede acercar a pensar cuáles son las contestaciones de chicos que carecen de educación, están apremiados por la necesidad de trabajo para comer y por los condicionantes de una sociedad plena de discriminación.En las áreas rurales, un 46 por ciento de los chicos realiza tareas en el campo. Entregan su fuerza de trabajo para la esta época del año, especialmente.

Cómo entender el por qué de semejante aberración. Por un lado, los organismos internacionales vienen alertando sobre el doloroso escenario de los niños, niñas y adolescentes trabajando y explotados de la forma más vil, y las consecuencias, como deserción escolar, analfabetismo, pobreza extrema, salud deteriorada. Pero los organismos internacionales se quedan en la denunciaDurante décadas las fuerzas del poder económico, todos los patrones y patronales hicieron oídos sordos y vistas ciegas ante este flagelo.

Hoy, la preocupación está pasando por el futuro próximo de una fuerza de trabajo que no podrá cumplir las tareas más elementales.

Los patrones mendocinos, los bodegueros que hoy presentan junto a gobiernos provinciales formas de erradicación del trabajo infantil, no lo hacen como actitud benefactora. Nada que ver. Sus prevenciones a largo plazo tienen que ver con el deterioro de una fuerza de trabajo analfabeta, sin calificación y próxima a todo tipo de enfermedades acumuladas.

En Mendoza existe un grave problema originado en el desplazamiento de personas de países vecinos que vienen buscando trabajo y un mejor horizonte. Pero siempre se encuentran chicos que viajan en micros o en camiones y vienen a trabajar (muchos de ellos sin papeles ni documentos de identidad y sin más amparo que su pobreza). El programa que lanzaron en la provincia cuyana sostiene: “Los chicos a la escuela. El trabajo es para los adultos”. La directora general de Escuelas de la provincia cuyana sostuvo que para cambiar este sistema de explotación, “hay que desnaturalizar una situación muy arraigada'.

Esta situación es que los adultos que deben desempeñarse en la cosecha, ven como natural que sus hijos también trabajen. Para este individuo no es algo malo quitar a los niños del ciclo lectivo y ponerlos a colaborar en la lucha diaria de mantener económicamente a la familia, sostienen los funcionarios mendocinos.

Se esconde la esencia del problema: no se puede adjudicar a los padres toda la responsabilidad, como que son los únicos responsables del trabajo de sus hijos. Los funcionarios mendocinos, en este caso, como siempre, le endilgan el problema al pobre, y de esta forma aparecen como los salvadores. Se olvidan que en estas décadas nada hicieron para evitar el trabajo infantil, que en esa provincia, durante décadas, avalaron esa forma de explotación en convivencia y connivencia con los bodegueros, plantadores y comercializadores.

Por otro lado, el recambio (y eso no lo dicen), llega desde hace tiempo de Bolivia. Niños y adolescentes indocumentados que están haciendo el trabajo infantil reemplazando a los críos cuyanos.Desde el poder político y económico se sigue fomentando la lucha de pobres contra pobres, en este caso de los chicos.

El poder económico, con su aliado indiscutible: los gobiernos de turno y gobernantes de estos tiempos, siguen apostando a la explotación de la mano de obra infantil porque no sólo es barata, sino porque no genera ningún tipo de retribuciones y, además, porque los niños y adolescentes por su corta vida no conocen aún, los mecanismos de lucha. La pobreza, la indigencia, la humillación los lleva a no tener la menor idea de sus derechos. El analfabetismo y la subalimentación han sido la variable justa para sumirlos en su propia destrucción.

Por otro lado, la violación de los derechos humanos de los chicos es tan grande que: ¨ La jueza de Familia de Tupungato, doctora Rodríguez, aclaró que “los chicos no llegan al juzgado porque estén trabajando, sino porque hubo alguna situación de abuso o de violencia. Es una situación difícil por los problemas de identidad y de identificación. La situación sanitaria también es muy difícil porque, por ejemplo, se transmiten enfermedades”. Pero hay responsables, y éstos lo siguen siendo no sólo de la falta de políticas para terminar y erradicar por una vez y para siempre el trabajo infantil. La hipocresía es tan omnímoda que sólo desde la fortaleza popular se podrá terminar con este flagelo doble: de la cuna a la tumba, pero sin escalas, los niños y los adultos en la misma sintonía.