Ya hablamos del cambio de estrategias para buscar un fútbol más dinámico y ágil, capaz de dar lugar al espectáculo que todos extrañamos (en todo el mundo, es cierto).
También señalamos la conveniencia de armar pools nacionales de jugadores, a repartir entre todos los equipos de una división, de modo de promover torneos más parejos que los actuales.
Ahora le toca a la chifladura de sostener una serie de estadios por ciudad, que dan pie más que nada a frustraciones en las boleterías y las almohadas. Cómo puede justificarse todavía hoy que en una ciudad como la nuestra, Bahía Blanca, haya una cancha por club?. Así, se complica hasta la posibilidad de dotar de agentes de seguridad a encuentros que cada vez parecen necesitarlos más.
¿No será razonable tener un gran estadio municipal en cada localidad de una dada importacia? ¿Cómo se explica que en pleno centro bahiense se mantengan emplazados los estadios de Liniers y Olimpo? Además, hay otros clubes que ostentan canchas no muy lejos de allí.
Tiene que haber un solo estadio municipal, donde se jueguen todos los partidos de la localidad, en fines de semana y feriados, facilitando la organización y la seguridad.
Ya pasó el tiempo de que cada club tenga su propio complejo deportivo. Son financieramente insostenibles. Además, un importante reducto municipal permitirá dar pie a entretenimientos mucho más frondosos, agregándosele al partido otras recreaciones familiares y retribuyendo mejor la concurrencia de todos al espectáculo.
Obviamente que esto le cabe también al básquetbol.
Es difícil de entender cómo los celos vecinales llevan a semejantes distorsiones. Olimpo está en primera y convoca a socios, simpatizantes y curiosos. Pero, seguramente, a muy pocos hinchas de otros equipos locales. Es hora de pensar que la razón permite muchas veces acomodar beneficiosamente a las pasiones dirigiéndolas sanamente al disfrute.
Vale la pena esforzarse en conseguirlo