martes, diciembre 31, 2013

Al fin. En fin.

2013 se va permitiéndonos ser ante el mundo un ejemplo del enorme desencuentro social de la Humanidad.
La crisis que sufrimos es la patética muestra  de la dificilísima armonía cuya insatisfacción nos agobia por doquier.
Argentina enseña el abismo entre sociedad y sistema político y las amarguras de diciembre alertan al orbe sobre las consecuencias de la ineptitud social que enferma al planeta.
El ideal de una nación armónica se diluye cada vez que resurge la imposibilidad de convivir en paz con el poder real. Los monopolios sin bandera despliegan sus intereses por todas las economías y dan forma a los gobiernos generando inequidad, desazón y más corrupción.
La ingeniería política dominante, que le ha obsequiado al ideal democrático un sistema inoperante (disfrazado de federalismo, representatividad y justicia), ha ahogado toda alternativa de progreso.
Presidencialismo, populismo, unitarismo e incapacidad operativa, en un escenario que muestra el fracaso del sistema multipartidista y la consecuente nulidad creativa de programas y dirigencia, nos acercan al derrumbe.
El sistema electoral, el fracaso multipartidista, la inatajable diferencia entre quienes pueden y quienes no tiene que ser debatido y resuelto. Lo de los partidos podría solucionarse en la utilización de las primarias abiertas para definir candidaturas y proyectos, descartando el polipartidismo actual.
Habría que generar una fuerza nacional de seguridad que resuma buena parte del excesivo cuadro que dibujan soldados, marineros, pilotos, gendarmes, prefectos y policías ( y que se llevan buena parte del pobre presupuesto nacional) y que se fundamente en tareas de inteligencia (no estamos pensando en Milani) para prevenir, más que reprimir.
El poder judicial debería abrirse a tribunales internacionales, menos contagiables por los intereses internos.
Y en economía, tendríamos que poder encauzar los ahorros populares hacia metas productivas que aumenten la inversión y el empleo. Hoy, los planes de ahorro de autos absorben mucha de esa posibilidad financiera y lo que hacen principalmente es adelantarle al Tesoro la grosera carga impositiva de esos consumos: obsérvese que en seis o siete años de aportes mensuales, lo que se llenó es el reclamo estatal por el gravamen correspondiente. Aparte, téngase en cuenta la feroz distorsión que provoca la usura en la economía popular.