Un gobierno que no se preocupa en
alentar la reproducción del empleo no tiene rumbo.
Empleo engloba la utilización de todos
los recursos habilitados para producir: gente, ahorros, mercados.
Lo concerniente a la gente implica
predisponer al estímulo, la formación y capacitación humana para
fines creativos y técnicos. Nuestra universidad pública es una
bendición y un sustento valiosísimo de la irrenunciable democracia.
Debe defenderse y mejorarse: sin el derroche actual de dar lugar a
alumnos y docentes que no deberían provocar el malgasto social. Por
otro lado, la etapa educativa previa tiene que ser un proceso en el
cual se exalte la individualidad y la potencia de cada chico. No,
como ocurre hasta ahora, que es un discurrir orientado exagerada y
defectuosamente a lo disciplinante.
La capacitación humana debe respetar
las diferencias culturales y propender a la mayor equidad formativa
en todo el territorio nacional.
El tema ahorros (es decir, los consumos
postergados) lleva al examen de las alternativas propuestas desde el
gobierno para asignar esos dineros saliendo de la mediocridad
improductiva de la construcción o la especulación como lo obligado.
La política económica debe afirmarse
sobre la justicia distributiva esgrimiendo correctamente la
estrategia tributaria y anulando la inflación. Tedrá como objetivos
nucleares la inversión reproductiva como resultado de los alicientes
que plantee la autoridad para encaminar los flujos financieros hacia
las metas generativas.
Los mercados simbolizan la oferta y la
demanda en espacios tanto nacionales como internacionales. El
crecimiento productivo requiere un consumo más alto (sea doméstico
o extranjero) y el logro de esos ámbitos es otro propósito
insoslayable de los gobiernos.
En resumen, nuestras autoridades deben
apuntar a la democracia económica neutralizando a los focos de poder
concentrado y apoyando el desarrollo de la clase media (sobre todo de
las PyMe); potenciando la infraestructura necesaria (transporte,
recreación, vivienda, atención de la salud, educación) para que un
eficaz manejo impositivo favorezca el mejor reparto posible de los
frutos.
Cuestión aparte es la ingeniería
institucional (de los tres poderes básicos) que pueda acompañar una
propuesta de progreso. La actual, con el ejecutivo en goce de abusos
desmedidos; el judicial, débil y maniatado, y el legislativo,
excedido en monitores del poder de turno, no nos sirve.