Felicitemos a quienes buscan y exponen
argumentos en pro y contra del afán de hacer votar a los
adolescentes mayores de 16.
Se escucha el
reclamar plenitud de obligaciones a quienes se otorgaría el derecho
a elegir. Por otra parte, si van a poder votar, ¿por qué no
permitir a la vez que sean elegidos (como con los mayores)?
Que es una manobria para incorporar a
los instruídos por La Cámpora en las urnas; que en otros países ya
se viene practicando, etcétera, etcétera.
Lo que la polvareda no deja mirar es
que hay una cuestión de fondo que alguna vez deberá ser atendida.
Es que: ¿en qué; cómo...se justifica la obligatoriedad del
sufragio en nuestra democracia?
¿Cuál es la razón que lleva al deber
de elegir a quienes no tienen interés o voluntad de hacerlo? ¿Qué
clase de democracia exige conductas por encima de la legítima libertad de
escoger?
Es notorio que las prohibiciones, lo
que se restringe o impide lleva a la corrupción. El ilegalizar el
consumo de drogas sostiene el execrable aparato delicuencial que
crece ante esa oportunidad.
La debilidad de las democracias se
manifiesta en los impedimentos sociales. Y no hay recurso público
capaz de corregir a los mafiosos. Los dineros oscuros lo alcanzan
todo.
Es de esperar que llegue el tiempo de
la madurez con el que alguna vez nos pongamos a debatir las formas
genuinas de construir una sociedad estable y justa.