Este blog amaneció el 31 de octubre de 2005. Desde aquel entonces ha emitido doscientas notas.
Ha sido el afán por que crezcamos en la noción del poder real nuestro impulso permanente.
Vivimos esta pretensión de democracia aceptando que la fuerza es atributo del Estado; que es el poder supremo el de la Nación.
Ocurre lo mismo que se pretende con la ingeniería económica del neoliberalismo: plantearse lo cierto sobre lo ideado. Los economistas más visibles manejan la óptica y el lenguaje de ese ideario. Se resume en que si todo se desenvuelve según las normas propaladas, la realidad será la soñada, la más apetecida por todos. Disfrazan la escenografía de los conflictos y los logros monopólicos cubriéndola de un manto que simula a la democracia. Por eso se muestra a los poderes de la Constitución como los genuinos, permanentes y absolutos.
Lo cotidiano es la vida amasada por los intocables de las finanzas y sus industrias del consumismo, sus dominios sobre la formación del opinar público a través de la propiedad de los medios de comunicación.
Han conseguido aislar a la gente de sus mandatarios. Accedieron con contundencia a los estrados del poder. Vaciaron a los partidos y transformaron los ciclos políticos en juegos electorales de imágenes, sin programas, sin preparación de dirigentes, sin controles sociales de la función pública.
La corrupción nacida en los caprichos monopólicos se ha ido extendiendo a todos los órdenes.
Un Estado infelizmente engordado es el pricipal cliente de los grandes capitales y recurre a un esquema tributario corrupto para abastecer su desmesura.
Los grupos insertados en las funciones más altas del gobierno consolidan su posición a partir de pesadas estructuras de dinero. Han asimilado que para mantenerse hay que tener con qué bancarse...y algo más.
Quizá sea demasiado difícil reponer un camino nacional a la democracia. El Mercosur puede llegar a ser el marco y continente propicio para dar fuerza a las ideas más sanas de cambio, superando los límites que imponen los monopolios en cada país sudamericano.
Por otra vía sólo es esperable más inseguridad, más represión, menos justicia.
La ilustración es obra de Jadran Boban, artista centroeuropeo.
Notas de interés sociopolítico acerca de los caminos de fortalecimiento de la democracia. Incorporemos la fenomenología del poder a las disciplinas de interés humanista.
viernes, enero 21, 2011
jueves, enero 20, 2011
Nuestros miedos
La inseguridad es el problema mayor que sufre nuestra sociedad porque es el que más ferozmente azota nuestros miedos.
Esa diaria angustia de enterarse de asesinatos, robos, secuestros engrosa la principal preocupación popular. Y, lamentablemente, sólo se nota la inacción oficial, la carencia de respuestas, las estadísticas de la mentira y la irresponsabilidad más notoria.
Esta realidad violenta es común a nuestros vecinos sudamericanos y a la gran mayoría de los países sometidos a los caprichos del imperio.
Argentina creció en el miedo abonado por los intereses perversos de siempre. Esa táctica trasuntó en el manejo de la opinión pública, en el debilitamiento de las pretensiones de democracia y en los golpes de Estado.
Hay dos caminos que deben emprenderse para construir una solución: la recuperación de las policías y la reforma del esquema carcelario.
Las dictaduras, sobre todo la emergida en el 76, se valieron de elementos de las fuerzas de seguridad para detener, torturar, saquear. Hoy, las policías se muestran impotentes ante la brutalidad progresiva de la delincuencia. No existe la inteligencia que permite prevenir el delito. Mientras la gente trata de imaginar las formas más crueles de castigar a los criminales, se deja de lado, sobre todo desde el Estado la ingeniería necesaria para anticiparse a los malvivientes.
Hay que infiltrar las partes descompuestas de esta sociedad. Relevar toda información que sirva para adelantarse a la ocurrencia del delito. Acopiar, asociar, filtrar, promover la acción anticipatorio. Buscar la mejor policía posible. Obviamente que esta vía requiere una depuración y emprolijamiento de lo existente. Será la forma de recrear en la gente la confianza en fuerzas de seguridad que, hoy, son frustrantes.
Debe recuperarse la genuina y más trascendente misión de las policías. Habrá que echar mano a los recursos más eficaces para recomponer la insoslayable inteligencia. Ese puede ser uno de los desafíos mayores de la Argentina próxima.
Paralelamente, el sistema carcelario es un depósito de malhechores (ciertos o presuntos) a los que se busca desplazar de la sociedad, confinándolos en prisiones que destruyen las alternativas de recuperación individual, quebrando familias y engordando las perversiones y vicios de quienes se equivocaron. Esto, así, sólo sirve para el mal.
Ya es tiempo de que aparezcan voces políticas que abracen estas apetencias populares y le den sentido y vigor al camino hacia la equidad y la paz.
lunes, enero 17, 2011
Antorcha
Anoche entregaban a Robert de Niro la distinción honorífica de los cronistas extranjeros en Hollywood.
El artista, señalado por su presentador, Matt Damon, como el "más grande actor vivo", recibió el Globo de Oro por su trayectoria como actor, productor y director. Dos Oscar y un Golden Globe anterior han coronado mezquinamente su despliegue.
De Niro agradeció sin leer. Pidió que se recuerden también sus películas comercialmente fallidas (entre ellas, "Frankestein") y apaleó la política imperial del momento. Lo hizo lamentando que hayan sido pocos los cronistas foráneos presentes, porque los que faltaron habían sido seguramente deportados un rato antes.
Su alocución no fue dulce, aunque sí provocó risas y admiración en genios como Tom Hanks, Brad Pitt, Warren Beatty o Steven Spielberg.
Es valioso que artistas e intelectuales expresen su amor o desagrado por la política. Ya se ha pedido desde gargantas ilustres seguir fundamentalmente las antorchas que alzan los creativos. La gestión imperial es cada vez más firme, irrebatible. Una popular senadora norteamericana está peleando por sobrevivir: fue tiroteada por un extremista al que empujaron cavernarios intereses contrarios al progreso popular en la satisfacción de mínimas necesidades de dignidad.
El artista, señalado por su presentador, Matt Damon, como el "más grande actor vivo", recibió el Globo de Oro por su trayectoria como actor, productor y director. Dos Oscar y un Golden Globe anterior han coronado mezquinamente su despliegue.
De Niro agradeció sin leer. Pidió que se recuerden también sus películas comercialmente fallidas (entre ellas, "Frankestein") y apaleó la política imperial del momento. Lo hizo lamentando que hayan sido pocos los cronistas foráneos presentes, porque los que faltaron habían sido seguramente deportados un rato antes.
Su alocución no fue dulce, aunque sí provocó risas y admiración en genios como Tom Hanks, Brad Pitt, Warren Beatty o Steven Spielberg.
Es valioso que artistas e intelectuales expresen su amor o desagrado por la política. Ya se ha pedido desde gargantas ilustres seguir fundamentalmente las antorchas que alzan los creativos. La gestión imperial es cada vez más firme, irrebatible. Una popular senadora norteamericana está peleando por sobrevivir: fue tiroteada por un extremista al que empujaron cavernarios intereses contrarios al progreso popular en la satisfacción de mínimas necesidades de dignidad.
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