No cesan los homenajes al recientemente fallecido ex presidente, coincidiendo en exaltar su gestión política y los caminos que habría dejado abiertos para el futuro.
Medios oficiales (y oficiosos), como los canales de TV porteños 7 y 9, destacan el rol de su señora viuda, quien habría superado el desgarramiento y enderezado su objetivo con inteligencia y decisión.
Una visión más realista podría mostrar que lo hecho por N.C. Kirchner es un flaquísimo favor a la democracia.
Renunciando a los inentendibles elogios de Lula y otros mandatarios del Mercosur (para el líder brasileño hay una Argentina antes y otra posterior a NCK), vale reconocer que el ex gobernador santacruceño se prodigó en armar un aparato de poder más que en reforzar nuestra débil democracia. La conducción de H. Moyano frente a la CGT; el apresamiento de los titulares provinciales, sujetos a la chequera de De Vido; los resonantes enfrentamientos con las corporaciones empresarias; el favoritismo a los bancos, son todos aspectos de un esquema de consolidación de fuerza, continuado en CF de K, más que un esfuerzo por unir, representar, proponer.
La inacción ante el vandalismo de los usurpadores y el desarme policial son otra faceta de la ingeniería escogida para concretar ese aparato de fuerza.
Las listas testimoniales (sustituyentes de los partidos que nunca le interesaron reactivar a los K), el voto en internas abiertas y obligatorias, son juegos que muestran la voluntad de borrar a las agrupaciones políticas y defenestrar toda oposición seria.
Es sumamente peligroso para la estabilidad social la gestión ejecutiva nacional desde 2003. Atrás quedó la vocación republicana de democratizar la vida sindical, de federalizar, de alentar a la clase media (hoy, endeble ante los caprichos monopólicos); de vigorizar el sistema de partidos políticos en pos de formar dirigencia, imaginar proyectos, controlar mandatarios.
El escenario enseña un cuadro de figuritas más o menos cambiantes, huérfanas de estructuras políticas, dominado por una facción que seduce por su propuesta de no reprimir (por lo menos, a través de los agentes estatales), de reivindicar a las víctimas de las atrocidades dictatoriales y de repartir frutos con más precisión (aunque más no sea, en favor de algunos pocos elegidos).