miércoles, septiembre 08, 2010

Manicomio

La buena salud es un derecho universal. El acceso a los medicamentos es negocio de capitales que día a día engrosan su poder internacional merced a ganancias incontrolables. Derrochan (absorbiendo precios desmedidos) los dineros de ricos y pobres en inmensos aparatos de publicidad y relaciones.

Los Estados deberían ser responsables de esa producción. Quizá, tercerizando a hospitales, universidades y pymes.
El sistema sanitario creado por los ingleseses ante las urgencias del final de la segunda mierda mundial es absolutamente público y casi gratuito. Si dudan, ver “Sicko” de Michael Moore.
Las armas son la otra gran fuente de capitalización privada, cuando esa industria debería estar controlada estrictamente por los agentes consitucionales
Comprar un auto en la Argentina obliga a darle otro tanto de lo que vale la unidad al gobierno. Irrisoria, impensablemente, un plan de ahorro previo consiste en la financiación de los impuestos que castigan esa adquisición. En un plan 70/30, la fábrica toma el valor del auto al percibir el 30% del coche entregado. Encima, a medida que el rodado va perdiendo su valor, es forzoso pagarle a la autoridad una patente que no tiene justificación valedera. Y que toma como base imponible el impuesto que ya se pagó con el 0 km.

Esos son aspectos de la monstruosa distorsión de la política y los gobiernos, con aparatos estatales sobrecargados de inutilidad, soportantes de un militarismo que pesa gravosamente en los presupuestos nacionales, con un esquema de administración política excesivamente centralizado y esterilizado por culpa de una estructura legislativa y judicial que nunca alcanza a ser revisada y corregida. Por demás, la cabeza de la CGT controla los recursos fundamentales de la economía a través del manejo gremial de los transportes.

Los sustentos de la democracia han sido groseramente desvirtuados. Los medios de comunicación, monopolizados, han diluido la participación partidista y transformado al insoslayable rol opositor en un tablero de figuritas sin programas ni propuestas.

Es tiempo (urgente) de ensamblar un proyecto de País que ayude a asociarse al oficialismo en los grandes objetivos populares. La única oposición valiosa parece ser la que se puede plantear desde adentro de esa asociación. El oficialismo ha generado una forma de acción que centraliza y debilita toda contra. Busca poderosos rivales para medir y mostrar su omnipotencia. En eso venimos insistiendo.