martes, agosto 11, 2009

El estigma


La reducción de la pobreza es bandera universal. Es difícil de soportar una sociedad humana con pocos pudientes y con tantos pobres.
La Argentina ha sufrido el humillante avance de la población carente. Se agrandan diferencias que son caldo de cultivo de la inseguridad y la represión.
Más de seiscientos bebés nacen diariamente entre nosotros en situación de indigencia. La mayoría de nuestros abuelos sufre condiciones de abandono. No es aceptable seguir así.
El remedio deberá venir del aumento de la ocupación y un mejor reparto. No podemos imaginar que el Estado y la acción privada puedan lograrlo separadamente.
Habrá que alentar todos las alternativas para atraer la inversión extranjera y reorientar la nacional hacia estrategias de progreso. Habría que reclamarle a las autoridades públicas el soporte para ese afán.
Lo extraño es aceptar que a quienes les toca hacerse cargo de las acciones ejecutivas, sin partidos de apoyo y creación de programas y dirigentes se atrevan a hacerlo.
Dominan las urgencias de resultados rimbombantes a conseguir en cortos periodos de mandato. Pesa gravosamente la falta de un consenso que ayude a encarar vías sin caer en confrontaciones y peleas: el gobierno actual lo muestra en su conflicto con los productores del campo, por un lado, y los adversarios electorales, por otro. Para colmo, se le está exigiendo a un aparato estatal sobredimensionado y largamente sospechado de corrupción el encargarse de diseñar soluciones.
Nuestro estado, con un ejército, una marina, fuerza aérea, prefectura y gendarmería en su descomunal presupuesto de gastos, necesita un marco más propicio para encarar gestiones felices. Ya no es sólo el canibalismo de las urnas lo que apremia sino el grosero cuadro de erogaciones que asfixia a los gobernantes. Habrá que buscar en el MERCOSUR el continente más favorable para resolver la notoria defección de los poderes constitucionales.
Tribunales supranacionales que permitan sacar de los compromisos a los jueces; fuerzas de seguridad estructuradas en esos espacios; partidos políticos que se acostumbren a pensar en gestiones más allá de las fronteras nacionales; universidades que se obliguen a mancomunar proyectos con hermanas de América, etcétera.
Hay que aprovechar la gran idea de los 80 con un marco hemisférico que resuelva limitaciones y aliente progresos de equidad.

La ilustración es del famoso puntaltense Jorge González Perrín