Notas de interés sociopolítico acerca de los caminos de fortalecimiento de la democracia. Incorporemos la fenomenología del poder a las disciplinas de interés humanista.
sábado, noviembre 11, 2006
El negocio de la soja
El Departamento de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación, de la Ciudad de Buenos Aires, realizó una actividad pública con el título de "Agricultura transgénica, regalías y soberanía", en la cual intervinieron Walter Pengue, del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente (Gepama); Javier Rodríguez, del Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (Cenda); y Aldo Casella, de la Federación Agraria Argentina (FAA), quienes desarrollaron la temática propuesta y de la cual se brinda una apretada síntesis.
Walter Pengue comenzó expresando que el tema va más allá de la cuestión transgénica: se trata de un proceso de llegada de la agricultura industrial a la Argentina, que ha generado transformaciones importantes no solo en el agro de nuestro país, sino también en toda Latinoamérica.
"En este marco –dijo Pengue– se produce el desarrollo de una especie tan importante como la soja, asociada con otra situación más que compleja: el uso de los productos conocidos como herbicidas, necesarios para el control de las malezas en sistemas extensivos de producción y problema principal de la mayoría de los chacareros en el mundo. El costo más alto de la producción de los agricultores, que rondaba entre el 40% y el 45%, se le iba con la compra de herbicidas de manera recurrente".
"Con la llegada de la soja transgénica –continuó el integrante del Gepama–, más la aplicación de glifosato, que es el herbicida de control sistémico que se utiliza, se logró controlar con un único herbicida todo el conjunto de malezas. Ello impactó positivamente en la rentabilidad y resolvió un problema tecnológico". Javier Rodríguez, por su parte, aclaró que "lo que la soja genéticamente modificada no hace, es aumentar los rendimientos.
En el país hay una historia muy fuerte de mejoramientos varietales de semillas, en particular con la soja, que lo empezó el INTA y contó con la colaboración de los agricultores. Pero aparece Monsanto y logra, por medio de licenciatarias, cooptar todo ese mejoramiento varietal de las semillas, e incorporarle el gen transgénico.
A partir de esa decisión, comenzó a cobrar a las semilleras un porcentaje importante. Pero allí no termina el negocio de Monsanto, ya que cobra largamente por el glifosato que sus semillas requieren".
Sin soja orgánica Pengue remarcó que el proceso ha sido tan fuerte que desde hace ya tres años hay en el mercado argentino casi 200 variedades distintas de soja RG, "pero si a alguien se le ocurriese hacer soja convencional, hoy en día no hay grano suficiente. Y ni que hablar de soja orgánica. Creo que los que pensamos en un modelo alternativo o de base agroecológica, por lo menos en nuestro país, estamos muy lejos de poder obtener semillas suficientes para mantener formas de producción de tipo orgánico".
La Pampa ya está transformada en su totalidad, pero la soja hoy día está entrando mucho más fuertemente en las áreas que no son pampeanas, observó Pengue. En las eco-regiones del NEA, del NOA, la Mesopotamia, la soja ingresó a través de un proceso llamado de pampeanización, exportación de un modelo tecnológico y capitalista, que está generando un proceso de impacto y de transformación muy fuerte. Por ejemplo en el Chaco, con una deforestación muy intensa en áreas ricas en diversidad, solamente para responder a las demandas de más territorio, o de más suelo para producir soja.
"No podemos funcionar como país, solamente a través de los mensajes de los precios del mercado internacional de soja. Porque para ese caso vamos a hacer soja hasta en la Casa Rosada"Rodríguez agregó que no es cierto que si no hubiera soja genéticamente modificada, Argentina no sería un país sojero. Argentina ya era un país sojero, y la tendencia es seguir siéndolo; de lo que es responsable la soja genéticamente modificada es de la extrapampeanización del proceso y el cultivo.
Todo el proceso de comercialización de los herbicidas, explicó Pengue, también incluye una comercialización o una toma de ganancias de ciertos sectores o de ciertas compañías y no de otras. "Cuando Monsanto vende la semilla RG junto con el paquete de glifosato, se caen un montón de otras compañías que ya no pueden comercializar sus propios productos".
El integrante del Cenda no deja de sorprenderse de lo que hizo Monsanto, porque logró, por este medio, licenciar el gen a las distintas semilleras y que todas produzcan soja genéticamente modificada.
"Cuando logra hacer esto barre todo tipo de competencia, estableciendo un monopolio absoluto. No solo eliminó toda la competencia privada, sino que, además, logró expulsar por completo la acción del Estado, en particular del INTA".
Según la opinión de Rodríguez, lo que hizo esa empresa desde hace ya varios años fue la instauración de un sistema llamado de regalías extendidas.
Con este sistema, el derecho de la propiedad intelectual, no sólo se paga con la semilla que se vende, sino que lo que se hace es firmar un convenio en forma privada con los productores, donde aceptan que, o bien vuelven a comprar en los años siguientes la soja licenciada por Monsanto, o bien pagan una tarifa, porque se presupone que volverán a utilizar la semilla que compraron.
De esa forma, todos los años deben pagar a Monsanto.
En términos económicos, la regalía extendida –extendida a todas las futuras generaciones, ironizó Rodríguez–, es el intento y el logro, por lo menos en forma parcial, de la apropiación de la propiedad de la reproducción de la semilla.
Ello significa que una parte de lo que históricamente correspondía al pago por el uso de la tierra, se está transfiriendo a la semilla y eso está siendo apropiado por Monsanto. Pero además Monsanto pretende avanzar sobre la idea de regalías globales.
La idea apunta esencialmente a cobrarle a todos los productores por la venta, no de las semillas, sino del producto. Aquel que tenga mayores rendimientos porque posee un mejor suelo, obtiene mayor producto, y será mayor la parte que deba pagar a la multinacional.
Ello muestra que la empresa está tratando de avanzar sobre un mecanismo más sofisticado todavía de apropiación de la renta agraria.
De hecho, está pidiendo como regalía en los tribunales internacionales, a razón de 15 dólares por tonelada de soja exportada por productores argentinos, algo así como 600 millones de dólares anuales.
Fuente: "Acción" (IMFC)
Ilustración del amigo croata Boban Jadran