viernes, noviembre 17, 2006

Para imitar (urgentemente)

Procurando capacitar, informar, discernir, amigos de la Capital orginaron Proyecto 2010 (pensado en el bicentenario).
Reúnen gente abierta, activa, experimentada. Por afecto a propulsores de la gesta, mostramos con agrado lo que fue la invitación a la sesión más reciente.
Obsérvese en el texto que se pueden conseguir las ponencias de Tami, Berman, Llach y hay un correo para conectarse.

sábado, noviembre 11, 2006

El negocio de la soja


El Departamento de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación, de la Ciudad de Buenos Aires, realizó una actividad pública con el título de "Agricultura transgénica, regalías y soberanía", en la cual intervinieron Walter Pengue, del Grupo de Ecología del Paisaje y Medio Ambiente (Gepama); Javier Rodríguez, del Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (Cenda); y Aldo Casella, de la Federación Agraria Argentina (FAA), quienes desarrollaron la temática propuesta y de la cual se brinda una apretada síntesis.
Walter Pengue comenzó expresando que el tema va más allá de la cuestión transgénica: se trata de un proceso de llegada de la agricultura industrial a la Argentina, que ha generado transformaciones importantes no solo en el agro de nuestro país, sino también en toda Latinoamérica.
"En este marco –dijo Pengue– se produce el desarrollo de una especie tan importante como la soja, asociada con otra situación más que compleja: el uso de los productos conocidos como herbicidas, necesarios para el control de las malezas en sistemas extensivos de producción y problema principal de la mayoría de los chacareros en el mundo. El costo más alto de la producción de los agricultores, que rondaba entre el 40% y el 45%, se le iba con la compra de herbicidas de manera recurrente".
"Con la llegada de la soja transgénica –continuó el integrante del Gepama–, más la aplicación de glifosato, que es el herbicida de control sistémico que se utiliza, se logró controlar con un único herbicida todo el conjunto de malezas. Ello impactó positivamente en la rentabilidad y resolvió un problema tecnológico". Javier Rodríguez, por su parte, aclaró que "lo que la soja genéticamente modificada no hace, es aumentar los rendimientos.
En el país hay una historia muy fuerte de mejoramientos varietales de semillas, en particular con la soja, que lo empezó el INTA y contó con la colaboración de los agricultores. Pero aparece Monsanto y logra, por medio de licenciatarias, cooptar todo ese mejoramiento varietal de las semillas, e incorporarle el gen transgénico.
A partir de esa decisión, comenzó a cobrar a las semilleras un porcentaje importante. Pero allí no termina el negocio de Monsanto, ya que cobra largamente por el glifosato que sus semillas requieren".
Sin soja orgánica Pengue remarcó que el proceso ha sido tan fuerte que desde hace ya tres años hay en el mercado argentino casi 200 variedades distintas de soja RG, "pero si a alguien se le ocurriese hacer soja convencional, hoy en día no hay grano suficiente. Y ni que hablar de soja orgánica. Creo que los que pensamos en un modelo alternativo o de base agroecológica, por lo menos en nuestro país, estamos muy lejos de poder obtener semillas suficientes para mantener formas de producción de tipo orgánico".
La Pampa ya está transformada en su totalidad, pero la soja hoy día está entrando mucho más fuertemente en las áreas que no son pampeanas, observó Pengue. En las eco-regiones del NEA, del NOA, la Mesopotamia, la soja ingresó a través de un proceso llamado de pampeanización, exportación de un modelo tecnológico y capitalista, que está generando un proceso de impacto y de transformación muy fuerte. Por ejemplo en el Chaco, con una deforestación muy intensa en áreas ricas en diversidad, solamente para responder a las demandas de más territorio, o de más suelo para producir soja.
"No podemos funcionar como país, solamente a través de los mensajes de los precios del mercado internacional de soja. Porque para ese caso vamos a hacer soja hasta en la Casa Rosada"Rodríguez agregó que no es cierto que si no hubiera soja genéticamente modificada, Argentina no sería un país sojero. Argentina ya era un país sojero, y la tendencia es seguir siéndolo; de lo que es responsable la soja genéticamente modificada es de la extrapampeanización del proceso y el cultivo.
Todo el proceso de comercialización de los herbicidas, explicó Pengue, también incluye una comercialización o una toma de ganancias de ciertos sectores o de ciertas compañías y no de otras. "Cuando Monsanto vende la semilla RG junto con el paquete de glifosato, se caen un montón de otras compañías que ya no pueden comercializar sus propios productos".
El integrante del Cenda no deja de sorprenderse de lo que hizo Monsanto, porque logró, por este medio, licenciar el gen a las distintas semilleras y que todas produzcan soja genéticamente modificada.
"Cuando logra hacer esto barre todo tipo de competencia, estableciendo un monopolio absoluto. No solo eliminó toda la competencia privada, sino que, además, logró expulsar por completo la acción del Estado, en particular del INTA".
Según la opinión de Rodríguez, lo que hizo esa empresa desde hace ya varios años fue la instauración de un sistema llamado de regalías extendidas.
Con este sistema, el derecho de la propiedad intelectual, no sólo se paga con la semilla que se vende, sino que lo que se hace es firmar un convenio en forma privada con los productores, donde aceptan que, o bien vuelven a comprar en los años siguientes la soja licenciada por Monsanto, o bien pagan una tarifa, porque se presupone que volverán a utilizar la semilla que compraron.
De esa forma, todos los años deben pagar a Monsanto.
En términos económicos, la regalía extendida –extendida a todas las futuras generaciones, ironizó Rodríguez–, es el intento y el logro, por lo menos en forma parcial, de la apropiación de la propiedad de la reproducción de la semilla.
Ello significa que una parte de lo que históricamente correspondía al pago por el uso de la tierra, se está transfiriendo a la semilla y eso está siendo apropiado por Monsanto. Pero además Monsanto pretende avanzar sobre la idea de regalías globales.
La idea apunta esencialmente a cobrarle a todos los productores por la venta, no de las semillas, sino del producto. Aquel que tenga mayores rendimientos porque posee un mejor suelo, obtiene mayor producto, y será mayor la parte que deba pagar a la multinacional.
Ello muestra que la empresa está tratando de avanzar sobre un mecanismo más sofisticado todavía de apropiación de la renta agraria.
De hecho, está pidiendo como regalía en los tribunales internacionales, a razón de 15 dólares por tonelada de soja exportada por productores argentinos, algo así como 600 millones de dólares anuales.

Fuente: "Acción" (IMFC)
Ilustración del amigo croata Boban Jadran

sábado, noviembre 04, 2006

jueves, noviembre 02, 2006

La naturaleza de los impuestos

No sabemos a qué altura estarán las discusiones parlamentarias sobre la cuestión impositiva.
Sí, creemos que las urgencias electorales pueden desvirtuar el tratamiento de temas de fondo. Como el de la reforma tributaria, que preocupa en razón de que engorda la variedad de defectos que multiplican la pésima distribución de riqueza que nos asfixia.
Uno de los gravámenes más pesados a la hora de recaudar es el IVA. Castiga cada gasto, cada compra de pobre o de rico. Se esconde en el precio y probablemente quede a mitad de camino a las arcas públicas por facilidades que se dan a sus agentes de retención. Es que este bendito impuesto forma parte del precio de bienes que en economías recesivas cuesta cada vez más vender. Para el vendedor es parte valiosa de un ingreso al que accede con un mayor esfuerzo en la medida de su tamaño empresario.
Para el comprador es una quita grande a su capacidad de gasto. La situación afecta al volumen de bienes que la economía puede alentar productivamente, sin permitir generar más inversiones y más empleo.
Además, la conciencia estatal de lo que se evade (lo que queda en el camino recaudativo) fuerza a sostener tasas descomunales (de hasta el 17.5% del precio final). Observemos que de cada 100 pesos de venta al público, 17 y medio por ciento se destinarían al IVA; más un 3 a un 6% que se queda la provincia por Ingresos Brutos; más otro 1% que absorbe la municipalidad. Tomando 66 pesos como razonable costo de las mercaderías vendidas por aquellos cien, nos dejan algo así como un 10% para la ganancia del vendedor, más la parte de lo que le será stock no realizado, más alquileres, luz, algún sueldo, gastos financieros, otros impuestos, etc. Es algo, a todas luces, sin sentido.
Por eso las urgencias electorales niegan espacio a estas correcciones. Y la crisis se amplía.
¿No sería más razonable gravar directamente los ingresos de la gente, restando un porcentaje a cada sueldo (siempre que se cobre a través de los bancos, por tarjeta de débito y sea más fácil esa retención)? Así, la quita sería proporcional y permitiría evadir sólo sobre los ingresos no “negreados”.
En cadena, esa recaudación será coparticipada por los otros estamentos oficiales.
Claro que se tendría que entusiasmar a la dirigencia gremial a reclamar (para su propio beneficio) un mayor blanqueo de los salarios.
Y si al Estado no le alcanza con lo que recaude, que empiece a pensar en cómo cumplir bien y más barato lo que debería estar haciendo mejor. Lamentablemente, el cálculo presupuestario arranca en lo que se puede llegar a gastar. No, en lo que convendría llegar a quitar de la economía de mercado para que lo consuma la administración pública.
Los impuestos están desnaturalizados y sólo significan instrumentos para acercar dineros al gobierno. Aquel concepto de que se grava a los que más pueden para asistir a los que necesitan quedó corrupto por la monopolización destructiva de la economía.
Como lo enseña el humanismo económico que pregonamos, hay que mezclar y dar de vuelta. Anteponer las necesidades sociales a los réditos de los poderosos. Los impuestos tienen que servir para recuperar una sociedad equitativa, estable, alentadora y armoniosa.
¿Alguien piensa que, así, se podría llegar a algo bueno?

Autor: Julio Raitzin