miércoles, septiembre 11, 2013

Parálisis

Escuchar a uno de los más experimentados peritos judiciales de la Nación decir que jueces y fiscales acomodan las pericias de acuerdo al dictamen que procuran instalar es conmovedor. Y paralizante.
Roberto Locles confiaba a los medios de prensa que una reciente sentencia en su contra era lo que seguramente esperaba y que se disponía a apelar ante Casación.
Se trata del caso en que se lo considera autor de la degradación de una prueba clave en el asesinato del ferroviario Ferreyra (que le cuesta prisión a la cúpula de la Unión Ferroviaria y que no podrá llegar más alto muy probablemente).



Nefasto panorama que pinta un asistente de la justicia con larga carrera en el medio tribunalicio. El poder de los jueces ha dejado de ser garantía ciudadana. Lo más tranquilizador es que deben estar actuando todavía árbitros dignos dentro de una estructura erróneamente dada al privilegio de un cuerpo técnico (el de los abogados), que es la única profesión que permite acceder a un juicio.
Esto significa que ningún argentino confiable (sea arquitecto, empleado o ama de casa) puede resolver sobre la conducta de un conciudadano. Bastaría que tenga criterio y se le aporten los asesores jurídicos que correspondan al mejor logro de su compromiso. Es obvio.

Un sistema judicial que incorpore tribunales extranacionales, como podrían ser los del Mercosur, estaría habilitado para juzgar las causas más graves y alejarlas del juego de influencias e intereses que podrán fructificar indeseable o incontrolablemente bajo marcos provinciales o de la nación.


Punto aparte para el desastroso sistema carcelario, cuya meta es mantener fuera de la sociedad durante un tiempo a los presuntamente indeseables. Urge repensar cómo enderezar la disconducta de los presos y volverlos a la civilidad con los derechos que corresponden.

sábado, septiembre 07, 2013

Sin GPS

Un gobierno que no se preocupa en alentar la reproducción del empleo no tiene rumbo.
Empleo engloba la utilización de todos los recursos habilitados para producir: gente, ahorros, mercados.
Lo concerniente a la gente implica predisponer al estímulo, la formación y capacitación humana para fines creativos y técnicos. Nuestra universidad pública es una bendición y un sustento valiosísimo de la irrenunciable democracia. Debe defenderse y mejorarse: sin el derroche actual de dar lugar a alumnos y docentes que no deberían provocar el malgasto social. Por otro lado, la etapa educativa previa tiene que ser un proceso en el cual se exalte la individualidad y la potencia de cada chico. No, como ocurre hasta ahora, que es un discurrir orientado exagerada y defectuosamente a lo disciplinante.
La capacitación humana debe respetar las diferencias culturales y propender a la mayor equidad formativa en todo el territorio nacional.
El tema ahorros (es decir, los consumos postergados) lleva al examen de las alternativas propuestas desde el gobierno para asignar esos dineros saliendo de la mediocridad improductiva de la construcción o la especulación como lo obligado.
La política económica debe afirmarse sobre la justicia distributiva esgrimiendo correctamente la estrategia tributaria y anulando la inflación. Tedrá como objetivos nucleares la inversión reproductiva como resultado de los alicientes que plantee la autoridad para encaminar los flujos financieros hacia las metas generativas.
Los mercados simbolizan la oferta y la demanda en espacios tanto nacionales como internacionales. El crecimiento productivo requiere un consumo más alto (sea doméstico o extranjero) y el logro de esos ámbitos es otro propósito insoslayable de los gobiernos.
En resumen, nuestras autoridades deben apuntar a la democracia económica neutralizando a los focos de poder concentrado y apoyando el desarrollo de la clase media (sobre todo de las PyMe); potenciando la infraestructura necesaria (transporte, recreación, vivienda, atención de la salud, educación) para que un eficaz manejo impositivo favorezca el mejor reparto posible de los frutos.

Cuestión aparte es la ingeniería institucional (de los tres poderes básicos) que pueda acompañar una propuesta de progreso. La actual, con el ejecutivo en goce de abusos desmedidos; el judicial, débil y maniatado, y el legislativo, excedido en monitores del poder de turno, no nos sirve.