Texto de Marcos Aguinis publicado por La Nación.
Usted es una de las figuras políticas nacionales con
mayor potencia interna en el mundo, sólo superada por los dictadores. Es
cierto que aún no se le puede endilgar la ofensa de dictadora, pese a
su temperamento autoritario: las instituciones republicanas siguen
respirando, aunque muy debilitadas. Tampoco se le puede quitar
legitimidad a su puesto. Es casi omnipotente. Habla como los dioses. Sus
discursos podrían ser material de aprendizaje para los maestros de
oratoria. Alterna informaciones eruditas con bromas y preguntas. Puede
mantener la atención de su audiencia por varias horas. Es mujer. Es
bonita. No es genio pero sí muy inteligente. Está provista de una larga y
envidiable experiencia como legisladora. Cursó Derecho. Conoce a fondo
una de las provincias más periféricas del país y conoce a fondo el poder
central. Tiene mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso. Los
gobernadores -sin excepción- se inclinan respetuosos y casi mudos. El
Poder Judicial tiembla ante su humor. Hasta los intendentes sembrados
desde La Quiaca hasta Ushuaia quieren recibir su ternura. Controla al
partido político mayoritario con simples ademanes. Los empresarios se le
arrodillan. Los gremialistas le tienen miedo. La prensa independiente u
"opositora" mide sus palabras y busca equilibrios para no excederse.
Y paro aquí.
Llenaría este artículo con la pormenorizada descripción
de sus cualidades y sus recursos. Pero mi propósito es otro. Explicarle
la frustración que sentimos la mitad de los argentinos -cada día somos
más- por no desempeñarse usted como la presidenta que podría ser.
No estimo que necesite datos. Puede convocar a quienes
desee -pero que no se limiten a regalarle mentirosos elogios- para que
le expongan verdades sobre la situación a la que nos arrastra su
política. Está mal asesorada, señora. Está mal asesorada por personas
que considera leales y visionarias. Pero no tienen las luces de una
buena memoria que les recuerde algo simple: sus medidas ya fueron usadas
y, tarde o temprano, acaban en el desastre.
Peronistas y antiperonistas elogian el segundo y muy
breve gobierno de Juan Perón. Están equivocados. Deberían aprender del
último tramo del primer gobierno. En el año 1950 -que recordamos como el
Año del Libertador San Martín-, empezó a mostrar fallas el modelo que
se había puesto en vigor y que usted ahora conduce. El exceso de
controles, la represión a la prensa, el desprecio a la oposición,
dividir el pueblo entre leales y contreras, el clientelismo impúdico, la
manipulación de los sindicatos, el despilfarro de las reservas y las
estatizaciones (que aumentan la burocracia, la ineficiencia y el
déficit) nublaron las grandes realizaciones del Perón y Evita de los
primeros años. Ese presidente Perón, antes de su caída, comprendió parte
de sus errores y volvió a mejorar la situación económica. Lo comprendió
mejor al regresar de España, es cierto. Pero sería justo recordar que
su mente ágil y pícara supo que debía hacer un giro importante ya antes
de 1955. Por eso disminuyó los controles y permitió que los líderes
opositores tuvieran acceso a los medios masivos de comunicación. Le
reportó extendida gratitud que por primera vez en muchos años hablasen
por la cadena nacional políticos como Arturo Frondizi y Solano Lima.
Pero más notable fue otra decisión. Se pretende borrarla porque choca
con el patrioterismo infantil que intoxica las neuronas argentinas. El
presidente Perón negoció nuestro petróleo con la California Petroleum
Co. Sabía que necesitaba una caudalosa inversión extranjera. No
alcanzaban los vacuos gritos de soberanía ni en su boca. Perón, que
había sido proclamado en la casa histórica de Tucumán como Libertador
económico de la Argentina, no era un vendepatria. Ese proyecto fue
llevado a cabo más adelante por Arturo Frondizi.
Frondizi fue un estadista ejemplar. Tuvo el coraje de
poner a un lado concepciones arcaicas y subirse a un genuino tren
progresista. Es decir, un progresismo que trae progreso de verdad, no
sólo discursos. En brevísimo tiempo consiguió el autoabastecimiento. En
otras palabras, consiguió una soberanía económica que no se basaba en
agresiones estériles, expropiaciones ni aumento de la desconfianza
internacional. Otra de sus medidas estratégicas fue la libertad de
enseñanza, que los "progresistas" de entonces condenaron. Estimuló una
industrialización acelerada con medidas que daban vértigo, pero que
estaban respaldadas por la majestad e independencia del Poder Judicial.
La Argentina volvió a recuperar un dinamismo olvidado y convertirse de
nuevo en un país relevante y esperanzador.
Usted, señora Presidenta, puede hacer lo mismo e
incluso más. Bastaría repasar sus éxitos y fracasos que sólo los ciegos
no ven. Le diría que debe comenzar con las tres medidas que tomó el
mismo Perón antes de su exilio. Pero puede -y debería- añadir otras. La
Argentina que ahora gobierna con todas las plenipotencias no es la de
1955. Desde esa época hasta hoy la decadencia ha sido permanente. Hemos
disfrutado breves momentos de recuperación, es cierto, pero no alcanzan.
Las toxinas patrioteras, falsamente progresistas, que nunca pueden
terminar con la pobreza y embriagan mediante consignas estériles, deben
ser atacadas a fondo. Usted lo puede hacer.
Es un buen ejercicio comparar la sociedad con el cuerpo
humano. Incluso con la supervivencia de todos los seres vivos. Nos
sostiene un equilibrio misterioso. En su caso, señora, es obvio que debe
reemplazar la ausencia de tiroides con una medicación. Pero no se
podría vivir bien con una pastilla para despertar y otra para dormir,
una para tener hambre y otra para estar saciado, una para ingerir
líquidos y otra para dejar de beber, una para estar alegre y otra para
estar sereno, una para acelerar la actividad hepática y otra para
disminuirla. Y así sucesivamente en todos los órdenes de la existencia.
Sería peor que la más asfixiante de las prisiones. Sin embargo, es lo
que su gobierno pretende hacer con la nación argentina. Control sobre
todo, todos y todas. Prisión con guardianes sádicos. Igual que los
fascismos clásicos de derecha o izquierda (Mussolini, Hitler, Stalin,
Mao, Castro). Guillermo Moreno fue elogiado por usted como el mejor de
sus funcionarios porque es un obsesivo del control. Un control que
recuerda a los fanáticos de la Inquisición o de la Sharia. ¿No se dio
cuenta de que es el hombre más detestado del país, e incluso fuera del
país?
También usted anhela controlar los pocos medios de
comunicación independientes que aún funcionan pese a la discriminación
de la pauta oficial. ¿Para qué? ¿No ganó las elecciones con el 54% de
los sufragios pese a esos medios? ¿En qué le han disminuido su poder? Un
análisis objetivo -los análisis objetivos son dolorosos- diagnosticaría
que la rápida pérdida que ahora sufre su imagen se debe a sus propias
acciones, no a los medios de comunicación.
Fíjese, por favor. Las impugnaciones a su
enriquecimiento ya quedaron en el pasado. Puede estar tranquila con la
fortuna acumulada. ¡Entonces no permita más corrupción! Haga como Dilma
Rousseff, que echó a cinco ministros y con esa medida ejemplar puso
límites a toda la suciedad que enloda la entera pirámide del Estado.
Deje que la Justicia sea independiente. ¡Independiente de verdad! Que
juzgue como es debido a Boudou, a Schoklender, a la Fundación de las
Madres de Plaza de Mayo, a legisladores, gobernadores, intendentes,
legisladores y demás funcionarios que confunden los votos obtenidos con
garantías a su impunidad. Que la Corte Suprema deje de parecer un gnomo
golpeado, porque ni siquiera ha conseguido reponer el fiscal de Santa
Cruz.
¿Le parece que una democracia respetable puede aceptar
que grupos de matones enmascarados se vuelquen a la calle, agredan
embajadas y hasta hieran a las fuerzas de seguridad? ¿No deberían ser
arrestados, desenmascarados y sancionados? ¿Desde cuándo en una
democracia se tolera el encubrimiento de la identidad?
¿Le parece que los piquetes tienen derecho a continuar
con su diaria diversión de bloquear las rutas para destruir la jornada
laboral de centenares de miles de argentinos? ¿No es hora en que su
poder, señora Presidenta, hiciera saber que usted gobierna para todos,
no para transgresores de pacotilla?
¿No le preocupa el aumento del enojo social? Ha
comenzado una guerra de pobres contra pobres. Basta registrar lo que
sucede en los medios de transporte. Esto es como un volcán que
despierta. ¡Cuidado por ahí!
Sabe mejor que nadie cuántos chanchullos se han
cocinado en la privatización y ahora en la nacionalización de YPF. Sabe
que el objetivo de su última medida es de corto plazo, para mejorar su
imagen mediante las hogueras del patrioterismo y engordar la debilitada
caja (si la engorda). Sabe que su gesto se parece al de Galtieri
invadiendo las Malvinas y Rodríguez Saá proclamando el
default . Ambos fueron aplaudidos. Pero después nadie aceptó haberlos apoyado. ¿Qué espera en el futuro?
Observe cómo se procede en países como Australia o
Canadá. Allí no hay Morenos ni Quebrachos ni piquetes ni corruptos en
cargos públicos ni subsidios clientelares ni locas medidas de corto
plazo. Piénselo. No se recluya en el falso argumento "destituyente". Por
ahora la oposición no le hace sombra. Si usted se convirtiera en la
presidenta que podría ser, tiene la oportunidad de pasar a la historia
como alguien que hizo mucho más que llevarnos al abismo.