Habló de "unitarios" entreguistas. Dejó de lado la perversa concentración que ejerce sobre las provincias, atando las posibilidades de gobernadores e intendentes a la chequera de De Vido. Ni se acordó del factotum sindical, Hugo Moyano, dueño de empresas y tierras por doquier; acompañando a la presidencia en viajes oficiales como si la organización obrera fuera un ente gubernamental.
Vivimos un desgraciado presente, con asfixia de la democracia que soñamos tres décadas atrás. Hasta la posibilidad de la reforma constitucional del 94 fue sofocada por la novedosa estructura de poder. El siglo nuevo ha visto consolidarse el matrimonio entre capital y despostismo.
Frente a la deseable, insoslayable condición de un Estado armonizador, representativo, promotor, hoy sufrimos golosos caprichos de disolución social. Es cierto que hay conductas equivocadas en la oposición que tampoco ayudan a la democracia, pero debe advertirse que la grosera monopolización ha hecho dueños de los medios de comunicación a los grandes capitales. Éstos desalojaron y vaciaron a los partidos en funciones esenciales a un sistema representativo, federal. Ocuparon los canales de conexión entre la gente y los funcionarios y amasan el ideario popular.