Notas de interés sociopolítico acerca de los caminos de fortalecimiento de la democracia. Incorporemos la fenomenología del poder a las disciplinas de interés humanista.
domingo, mayo 18, 2008
La Verdad y nada más que la Verdad
Con monopolios no hay democracia. Es así, en todo el Mundo.
Recursos concentrados, públicos o privados, destruyen la democracia. Es imposible mantener en justo equilibrio a las sociedades actuales.
Los esquemas políticos están dibujados por los dueños del poder. Argentina muestra ese contraste con el conflicto dominante. Cinco empresas controlan la exportación en más de su ochenta por ciento. Un productor lechero percibe ochenta centavos por litro y cualquier queso se vende de veinte para arriba. Intermediarios y formadores de precios acumulan ganancias y poder.
Los monopolios manejan a los gobernantes a su criterio. El circo de las democracias electorales, vaciadas de intermediación y representatividad, es un escenario más controlado por los monopolistas y sus brazos armados.
Es estéril todo esfuerzo que procure sostenerse frente a la potestad monopólica. Argentina lo demostró en este reciente cuarto de siglo. Así renunció Alfonsín, instalaron a Cavallo en casi todos los gobiernos y los K diluyen todo rasgo federal.
¿Habrá salida? ¿Es posible imaginar un orden más justo? ¿Es asequible la seguridad que nos dé unos momentos de paz frente a tanta violencia?.
Ante todo, los monopolios son invencibles. Su suerte depende de la confrontación que crean en su propio nivel. No, del circo que manejan para que imaginemos juegos democráticos donde sólo hay potestad financista.
Hubo pruebas en otros países para desalentarlos o demolerlos jurídicamente. Inútiles.
Al que quiera más pruebas: el último trabajo de Walter Graziano, "Nadie vio Matrix".
El drama es sobrevivir dignamente. ¿Qué hacemos?.
Principalmente, y como lo demostró el conflicto del agro argentino, hay que desnudar a la realidad. Que se diga y se escuche cómo son ciertamente las cosas. Que hay caprichos muchos más contundentes que otros: más fuertes que los de mismo gobierno.
Tenemos que acosar al poder real con toda la presión popular posible. No podemos ejercerla desde los medios de difusión, que están condicionados a los monopolios (cualquier programa periodístico que aparente seriedad está apoyado en la publicidad de los pudientes, oficiales o particulares). Son las concentraciones que manipulan a las autoridades elegidas en la función pública, en los sindicatos, en los organismos educativos.
Hay que volver a los partidos políticos. Urge. Desde las bases barriales, comunales, con representación genuina. Con mucha participación. Con toda la prensa posible, financiada respetablemente desde el Estado. Y con sólidos lazos de amarre a todos los Pueblos de América.
Si nos mantenemos ajenos y encerrados reduciremos a la nada las posibilidades de la convivencia en paz.