Castigar el uso de un celular mientras se maneja es contradictorio. La mayoría de los taxis y remises emplean equipos de radio.
Multar por no llevar casco conduciendo una moto es ilegítimo. No es materia de derecho. Es un tema de conciencia, de libre elección individual. De convicciones. Lo mismo, lo que ocurre con los cinturones de seguridad (en todo el mundo). La forma más eficaz de prevención es la educativa.
La ley tiene que ver con la vida de relación. La de la persona con otra persona. O con otra cosa (de otra persona). Si se roba, se mata, se ofende, siempre es contra alguien. Nunca, contra uno mismo.
Si una ley obliga a renunciar a vidrios polarizados, podría dar pie a otra que fuerce a tomar una religión determinada.
La diferencia entre moral y derecho es la individualidad en oposición a la sociedad. Todo lo que cabe como decisión personal escapa de lo normativo hasta tanto interese a un prójimo. Si se tienen enganches salientes en un vehículo, sólo se podrá recurrir a justicia ante un daño originado por esa decisión. Claro que para que ese irresponsable saque el enganche de su rodado se necesitará un esfuerzo persuasivo de la comunidad.
Imaginemos programas locales de TV donde se muestren las barrabasadas que se cometen en el tránsito. Debe ser muy atrayente ver vecinos empeñados en hacerse daño (como llevar una moto sin casco o manejar usando un celular) y en infligírselo a otros (pararse en doble fila; desparramar gases tóxicos en pleno centro, gozar del escape libre…) Poder recrear ese sentido de vergüenza que nos ha escondido tanta corrupción va a ser muy sano para todos.
Pero mucho más saludable será ir progresando en democracia y definir hasta dónde llega el autoritarismo que alentó a esta Argentina ingenua. Los poderes de la legislación y la judicatura han avanzado oscuramente al amparo de lo pobres sistemas educativos y de los excesivos manejos nacidos de la riqueza. Hay mucho autoritarismo impregnado en nuestra vida social: es represiva y disciplinante la familia, la escuela, el trabajo. Nos falta consolidarnos en nuestra libertad individual para hacer más creativa y dinámica la convivencia.
Claro que si seguimos homenajeando a los monopolios y a su carnaval de prepotencias, el camino a lo justo será cada vez más difícil.
Multar por no llevar casco conduciendo una moto es ilegítimo. No es materia de derecho. Es un tema de conciencia, de libre elección individual. De convicciones. Lo mismo, lo que ocurre con los cinturones de seguridad (en todo el mundo). La forma más eficaz de prevención es la educativa.
La ley tiene que ver con la vida de relación. La de la persona con otra persona. O con otra cosa (de otra persona). Si se roba, se mata, se ofende, siempre es contra alguien. Nunca, contra uno mismo.
Si una ley obliga a renunciar a vidrios polarizados, podría dar pie a otra que fuerce a tomar una religión determinada.
La diferencia entre moral y derecho es la individualidad en oposición a la sociedad. Todo lo que cabe como decisión personal escapa de lo normativo hasta tanto interese a un prójimo. Si se tienen enganches salientes en un vehículo, sólo se podrá recurrir a justicia ante un daño originado por esa decisión. Claro que para que ese irresponsable saque el enganche de su rodado se necesitará un esfuerzo persuasivo de la comunidad.
Imaginemos programas locales de TV donde se muestren las barrabasadas que se cometen en el tránsito. Debe ser muy atrayente ver vecinos empeñados en hacerse daño (como llevar una moto sin casco o manejar usando un celular) y en infligírselo a otros (pararse en doble fila; desparramar gases tóxicos en pleno centro, gozar del escape libre…) Poder recrear ese sentido de vergüenza que nos ha escondido tanta corrupción va a ser muy sano para todos.
Pero mucho más saludable será ir progresando en democracia y definir hasta dónde llega el autoritarismo que alentó a esta Argentina ingenua. Los poderes de la legislación y la judicatura han avanzado oscuramente al amparo de lo pobres sistemas educativos y de los excesivos manejos nacidos de la riqueza. Hay mucho autoritarismo impregnado en nuestra vida social: es represiva y disciplinante la familia, la escuela, el trabajo. Nos falta consolidarnos en nuestra libertad individual para hacer más creativa y dinámica la convivencia.
Claro que si seguimos homenajeando a los monopolios y a su carnaval de prepotencias, el camino a lo justo será cada vez más difícil.