jueves, julio 24, 2008

Nuestro Mar urgente


Enrique Bolognani, marino retirado , nos hizo llegar estos conceptos de Virginia Gamba, politóloga de la Universidad de Gales, con beneplácito de los brownianos. Se reclama mirar urgentemente al mar del flamante milenio, fuente de desafíos políticos y cooperativos.

El Mar Argentino, que incluye una de las plataformas continentales más ricas del planeta, linda con el territorio Antártico, área de las calladas maniobras de Noruega y Gran Bretaña para reforzar sus reclamos sobre el territorio e ignorando los mismos derechos que podrían presentar los países del sur.
La negociación por la soberanía de las islas Malvinas también se esta complicando, con una Inglaterra que, para no negociar con la Argentina, se escuda en la generación de la nueva política marítima de la Unión Europea de diciembre 2007 que insinúa que la plataforma continental argentina es un espacio estratégico para el desarrollo de Europa.

La Nación tiene una responsabilidad hacia su pueblo de generar la alimentación y la energía necesarias para el presente y el futuro. La Argentina tiene una obligación hacia los países de su entorno geográfico para administrar responsablemente un espacio marítimo que, al fin y al cabo, es sudamericano.

Finalmente, nuestro País tiene una obligación hacia los países en vías de desarrollo que, en la cooperación con sus pares, podrán lograr su seguridad humana y su desarrollo cooperativo. Esto queda claro en la revitalización de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur del 2007 y en las bilaterales emergentes entre Argentina y Sudáfrica. El gran debate del campo en la Argentina nos esta sofocando. En junio, nadie notó que el país terminó la operación que fijará el límite exterior de la plataforma continental del Mar Argentino. Con esta fijación, la Comisión Nacional del Limite Exterior de la Plataforma Continental (COPLA) podrá presentar nuestros límites en la Convención de Naciones Unidas sobre el derecho del mar a comienzos del 2009.

A partir de allí, estos límites se reconocerán como definitivos y obligatorios para todos los otros estados y para la autoridad internacional de los fondos marinos.

La Argentina podrá ejercer derechos soberanos sobre los recursos contenidos en la masa de agua, el suelo y el subsuelo del nuestro mar sin oposición. En esa opción, en la defensa y protección del Mar Argentino, en el desarrollo de tecnologías de monitoreo y en el fomento a la industria pesquera, existe mucha mas renta y mucho mas futuro para la Argentina que en la discusión de retenciones de soja.

En la cooperación marítima con América del Sur y con África, se consolida el potencial del Sur para alcanzar el mismo desarrollo que tienen los demás. Que el mar argentino ayude al desarrollo nacional, que el mar de Sudamérica beneficie a los sudamericanos, que el mar de África beneficie a los africanos y que la Antártida sea patrimonio de la humanidad, he ahí los compromisos del milenio que la Argentina puede y tiene que defender.

La ilustración enseña el moderno portacontenedores, al que cargan con once grúas y que no puede pasar por Suez o Panamá.

viernes, julio 04, 2008

Interminable conflicto


Rodolfo Héctor Terragno, actualmente colaborando con la OEA (la cual es liderada por Dante Mario Caputo)) dio su versión sobre el trasfondo de la crisis rural argentina.

La tecnología ha revolucionado, en los últimos años, la producción agropecuaria y, como consecuencia, ha producido cambios en la estructura de propiedad y en la organización social del campo; cambios tan profundos que gran parte de la dirigencia política no pudo absorberlos, y todavía no puede absorberlos.

Tradicionalmente, la agricultura era extensiva. Hacía falta mucho campo para producir. Usted recuerda que se calculaba una hectárea por cabeza de ganado; y que para producir una tonelada de girasol, maíz o soja, hacían falta grandes extensiones.

Entonces había terratenientes de un lado y peones del otro. La estructura social del campo era como un fresco mexicano, de Siqueiros o de Rivera. Una de las medidas más importantes que tomó Perón en 1944, cuando era Secretario de Trabajo y Previsión, fue promover el Estatuto del Peón Rural.

Todo eso fue cambiado por la tecnología, por los nuevos modos de producción, por las nuevas formas de organización empresaria. La cría en corral (el feed lot), las semillas genéticamente modificadas, los herbicidas de amplio espectro, la siembra directa... Se dio, exactamente, esa revolución agro-tecnológica que yo había pronosticado, en 1985, en el libro La Argentina Siglo 21; no porque yo tuviera la bola de cristal sino porque las perspectivas de la biotecnología ya estaban muy claras en el mundo. Y se dio lo que tenía que darse: Hoy con 700 hectáreas se obtiene la misma cantidad de soja que antes requería 1.000 hectáreas . Y además, en esas 700 hectáreas se pueden hacer dos siembras por año; por ejemplo, soja y maíz.

¿Y ahora qué pasa? Ahora, un gran productor agropecuario es igual que un industrial, que no quiere tener grandes activos fijos; que terciariza su producción; que arma cadenas de valor; que ni siquiera quiere tener la propiedad total de su propia empresa; que diversifica sus inversiones.

Entonces, usted ve un campo sembrado y piensa que el dueño debe ser un equivalente agrario de Henry Ford; y no: es el equivalente agrario de una PYME que fabrica autopartes. En las cadenas de valor, los grandes, los medianos y los pequeños dependen los unos de los otros. En este mundo, Robin Hood se marea. Es lo que le pasó a las autoridades nacionales, que creían que le estaban declarando la guerra a Patrón Costas y terminaron peleando con De Angeli.